PROMOCIÓN. Neville, en la presentación del libro en Madrid. / EFE
Cultura

La autora del 'El ocho', Katherine Neville, continúa la secuela de misterio con 'El fuego'

Hace veinte años comenzó la partida. La novelista norteamericana Katherine Neville (San Luis, 1945) escribió entonces El ocho, una historia de intriga y esoterismo centrada en un ajedrez que perteneció a Carlomagno y, que según la leyenda, encerraba las claves para dominar el mundo. A partir de esta quimera, Neville tejió una trama a través de dos siglos y tres continentes que encandiló a millón y medio de lectores. La novela fue traducida a 30 lenguas. Dos décadas después, la novelista estadounidense afronta la segunda parte de esta aventura con El fuego (Plaza y Janés), cuya tirada inicial se ha disparado a los 500.000 ejemplares. Este lunes, en dos centros comerciales, firmó 500 libros. El legendario ajedrez, una vez más, como gran protagonista. «Mis historias están muy documentadas; de hecho, lo que más me divierte es el proceso de elaboración» explicó Katherine Neville. «A partir de ahí imagino, fantaseo, pero creyéndome lo que estoy contando, porque si tú no te crees tu propia historia es imposible hacérsela creer a los demás».

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Encuentro crucial

Una de las personas que le ayudaron a elaborar el argumento de El fuego fue un ex jefe del Tesoro de Estados Unidos. «Me escribió unos cuantos correos electrónicos; aseguraba que era el jefe del Tesoro, que había leído El ocho y que quería comer conmigo porque sabía algunas cosas que me podían interesar; naturalmente, no le creí una palabra». Pasaron los meses y el extraño individuo volvió a la carga. Finalmente se descubrió la verdad: era, efectivamente, el jefe del Tesoro y una de las persona de máxima confianza de Condolezza Rize. «Le enviaron a Bagdad en misión especial y entró con los primeros tanques norteamericanos que ocuparon la ciudad». Este alto cargo se convirtió, por los designios del destino, en una de las claves de El fuego. «Me aportó datos y me inspiró ideas; fue quien me dio el empujón definitivo; en años anteriores intenté varias veces escribir la segunda parte de El ocho, pero no me salía nada interesante, nada que me convenciera».

Amiga de las tramas complejas -le entusiasman las muñecas rusas-, Neville dejó una puerta abierta en las últimas páginas de El ocho, pero esa puerta «no conduce adonde los lectores pensaban que conduciría», precisó. «En El ocho hay que descubrir una fórmula que, teóricamente, ayuda a dominar del mundo; en El fuego el lector llega a la conclusión de que esa fórmula abre otro enigma, y ese secreto, la llave para construir y destruir civilizaciones».