Gente en la calle
Actualizado: GuardarNo me refiero a la que han puesto allí sus empresas, sino a la que ha salido voluntariamente para darse una estentórea vuelta. Esa muchedumbre es ampliable, ya que todavía el nuevo líder de Comisiones Obreras no ha decidido decretar una huelga general. Está claro que, por unas cosas o por otras, a la gente la están sacando de sus casillas, generalmente hipotecadas. La multitud legítimamente agrupada en Madrid lo hizo en reivindicación de los valores de la familia. Quizá los que se reúnan en próximas ocasiones lo hagan por el mismo motivo, ya que la familia que no come unida no permanece unida. Somos muchos los que creemos en esa «primera célula social», aunque desconfiemos del organismo completo. No sólo creemos en la familia, sino en el clan y en la mafia, y sobre todo en los amigos. «Amigos. El resto es selva», dijo Jorge Guillén, que definió insuperablemente la amistad como «un amor que no jura ni promete» capaz de reunir unos hombres en el aire, «humanos, libres, lentamente ociosos».
Cientos de miles de fieles se han congregado en Madrid para rezar. (Una prueba patente de que la fe mueve montañas ha sido el derrumbamiento de un trozo de la roca de la abadía de Montserrat, que representa una integración de la teología con la geología). No sólo para rezar, sino para protestar por algo que no es obligatorio, como el aborto. Desde que Tomás Roberto Malthus, que por cierto era un clérigo además de un economista, escribió su Ensayo sobre el principio de población, el asunto trae cola. Su tesis era y sigue siendo que si el mundo es limitado, sus habitantes también tienen que serlo. Lo corrieron a gorrazos. Aún hoy, muchas personas bien nacidas siguen saliendo a la calle para discutir su teoría. No deja de ser una manera de conocer gente .