EDITORIAL

Avance lastrado

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El informe Las mujeres en cifras 1983-2008, con el que el Instituto de la Mujer ha conmemorado su 25º aniversario, ofrece una precisa fotografía del indudable avance experimentado por los derechos de las ciudadanas españolas en el período democrático, pero también de las formas de discriminación y desigualdad que siguen lastrando su desarrollo individual aunque las mismas puedan resultar más sutiles que antaño. La coincidencia de la presentación del estudio con los asesinatos de tres nuevas víctimas de la violencia machista en Guipúzcoa, Cornellá y Canarias, ambas inmigrantes, supuso ayer la representación más dolorosa del contraste existente entre los progresos logrados por las mujeres y quienes les han acompañado en ese tránsito colectivo y la persistencia de conductas despreciativas de su singularidad, la más dramática de las cuales son los malos tratos. La violencia doméstica se ha cobrado este año la vida de al menos 70 ciudadanas, una realidad espeluznante que constituye un mandato ineludible para que los poderes públicos ajusten los recursos disponibles a una casuística perfectamente definida y que permite identificar las situaciones de indefensión.

La persistencia de expresiones tan extremas de machismo no debe anteponerse al logro social que supone el reconocimiento y ejercicio creciente de sus derechos al que han accedido las españolas en este último cuarto de siglo. Pero la constatación de que muchos de esos pasos han sido sumamente trabajosos, producto en ocasiones de políticas de cuotas y conseguidos no pocas veces a pesar de la indiferencia, el recelo o la oposición de los hombres y de otras mujeres alertan de que el terreno ganado puede no estar todavía del todo consolidado. El hecho de que los más jóvenes no estén inmunizados contra el recurso a la violencia apunta a un déficit en su educación y en su forma de concebir la convivencia que precisa del fortalecimiento normalizado de la cultura de la igualdad. Junto a ello, las dificultades a las que siguen enfrentándose las mujeres para disfrutar de las mismas oportunidades laborales y de las mismas retribuciones que sus compañeros, además de para hacer compatibles sus expectativas profesionales con su vida personal, no sólo subrayan el predominio de un modelo social que aún no ha interiorizado la equiparación plena entre sexos. También advierten del riesgo de que se produzca un desistimiento en las reivindicaciones de igualdad ante aquellos obstáculos menos patentes pero más duraderos.