Cultura

Toma Castaña inunda la Plaza de la Catedral con las mejores esencias de la Navidad flamenca

La copla vieja, de patio de vecinos, fue la particular banda sonora navideña de varias generaciones de andaluces. Al calor de la candela, entre anises y pestiños, La Tarara o el Campanillero alegraban las fiestas de invierno en el barrio, las reuniones familiares, las noches de zambomba y pandereta.

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Joaquín Linera Cortés, más conocido como Niño la Leo, demostró ayer (junto al resto del plantel de artistas de Toma Castaña) que la fórmula funciona, y que la fusión del flamenco con los sones navideños puede seguir encandilando al público del 2008 igual que lo hacía a los padres y los abuelos de la mayor parte de los que asistieron, en la Plaza de la Catedral, a una lección más de duende y maestría.

Sobre las tablas, la tradicional base formada por siete voces femeninas, cinco masculinas, dos guitarras, percusión, bajo eléctrico y violín. El repertorio, que en el caso de Toma Castaña se caracteriza por su constante renovación del cuerpo lírico, contó con algunas piezas tradicionales (Alegría, Alegría), y otras más modernas (De Cai a Belén, Atender o la curiosa versión del Tirititrán).

Los espectadores pudieron disfrutar, además, de algunos títulos recientemente compuestos que respetan las particularidades de la tradición, pero exploran nuevas vías. De esta forma, Toma Castaña consiguió trasladar a la Plaza de la Catedral el ambiente festivo de cualquier casa de Santa María o La Viña en el que está llamado a convertirse en uno de los principales escenarios de la ciudad. Van siete años de Toma Castaña, pero la vitalidad de la formación auguran muchos más.