Navidades de luto
Belén suspende todas las celebraciones por la masacre mientras el dolor y el aroma a pólvora acompañan en la Franja el entierro de las víctimas
Actualizado:La matanza de palestinos en Gaza ha terminado con la Navidad en Belén. Cuando la ciudad cisjordana atravesaba sus días más dulces del año, ésos en que el turismo ayuda casi a olvidar que Belén es una prisión a cielo abierto, el dolor por el asesinato en masa perpetrado en la Franja ha llevado al Ayuntamiento a decretar tres días de luto. Todos los actos programados para celebrar estas fiestas han sido cancelados. Actividades en las que acostumbran a participar más los árabes-israelíes que los extranjeros. Además, el gran árbol decorado junto a la entrada de la Casa Nova de peregrinos -el que da la bienvenida a la Basílica de la Natividad- se ha quedado a oscuras en señal de luto.
El alcalde, Victor Batarseh, el gobernador y las autoridades de la zona decidirán si esta muestra de duelo se levantará hoy o si la tragedia definitivamente ha quitado las ganas de más celebraciones. Quedan por delante todavía las navidades ortodoxas, el 6 de enero, y las armenias, el 18 del mismo mes. Pero todos temen que haya todavía mucha más sangre como para dejarse de festejos por las calles.
En esas calles, por primera vez desde la primera Intifada de 1987, los belenitas se manifestaron a la salida de las iglesias, rumbo a la tumba de la matriarca judía Raquel -separada de Belén por el muro- para exigir el fin de la masacre. «Si querían apagar a este pueblo, lo que han hecho ha sido incendiarlo», se reafirmaba uno de los manifestantes.
Piedras
La indignación y el espanto ha prendido en los palestinos y además lo ha hecho en forma de piedras. Quizá siguiendo los designios del jefe supremo de Hamás, Yaled Meshal, que el sábado por la noche llamaba a la tercera Intifada desde su exilio en Damasco advirtiendo de que «el único camino es el sacrificio y la yihad». Quizá atendiendo a los reclamos de los islamistas en Gaza, cuyo depuesto primer ministro, Ismail Hanniys, clamaba ayer para la radio israelí desde su escondite bajo tierra en Gaza que no se rendirán. Sea como fuere, bandas de jóvenes y adultos recurrieron ayer a las mismas piedras de la primera Intifada de 1987 para mostrar su desesperación, lanzándolas a la Policía.
Desde Jerusalén Este, donde hubo numerosas detenciones, hasta las localidades árabes de Umm al-Fahm y Dir a-Assad, en el norte, o el enclave de Hebrón, en Cisjordania, las masas se unieron ayer para intentar apedrear a los coches y a las fuerzas de seguridad, que practicaron numerosas detenciones. En villa beduina de Rahat, en el desierto del Negev, alrededor de cuatrocientos residentes protestaron por los ataques, mientras que en los alminares de las mezquitas sonaban cantos de muerto. El drama alcanzó a Bilín, al norte de Ramala, donde un joven de 22 años falleció víctima de un disparo israelí.
El único ministro árabe, Raleb Majadele, no acudió ayer a la reunión del Gobierno de la mañana en señal de rechazo a la operación en la franja de Gaza. En Nazaret, el jefe del árabe nacionalista Balad, Jamal Zahalka, acusó a Israel de «crímenes de guerra».
Mientras, en Gaza, ayer todo era dolor y rabia. Mohamed al-Ashi estaba en estado de 'shock' mientras policías y familiares transportaban entre gritos de «Alá es grande» el cuerpo de su hermano Faris, una de las víctimas del masivo bombardeo israelí. «Pido a Alá paciencia y fortaleza. Que Alá bendiga el espíritu del mejor hombre de la familia», decía Mohamed con tristeza y llanto contenido.
Las calles de la Franja presentaban por la mañana un aspecto desolador, casi vacías de coches y viandantes; tiendas, escuelas y universidades están cerradas desde el inicio de los ataques contra comisarias, lanzaderas de cohetes, mezquitas, organizaciones caritativas y un canal de televisión del movimiento islamista.