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ANÁLISIS

Matanza en campaña

Nos moriremos sin saber si el atroz bombardeo israelí de ayer en Gaza contra instalaciones de Hamás habría tenido lugar si Israel no estuviera inmerso en un crudo escenario preelectoral. El 10 de febrero están convocados comicios legislativos y los dos candidatos a ganarlos y formar Gobierno, Benyamin Netanyahu y Tzipi Livni, han sido calurosos defensores de la intervención militar en la Franja. Cada uno de ellos se esfuerza en parecer más duro que el otro frente a los palestinos de Hamás, que ganaron las legislativas de hace casi cuatro años en los territorios ocupados y con los que Israel había firmado una tregua que acabó el pasado día 19. Volvieron entonces los lanzamientos de cohetes Qassam de fabricación casera y obuses de mortero sobre suelo israelí, pero no causaron ni un rasguño a nadie.

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Y sin embargo, el general Ehud Barak, ministro de Defensa hebreo y líder a su vez del Partido Laborista, que está en caída libre en los sondeos, optó, tras dudarlo mucho, por lanzar los F-16 para que ejecutasen un nuevo episodio de castigo colectivo. Su blasón de guerrero, empañado por su fracaso al frente de los laboristas antes imbatibles, se habrá recuperado con el ataque, aunque éste no ayudará en exceso a sus expectativas electorales. Eso bien lo sabe el actual presidente israelí, Simon Peres, un civil que, perjudicado por su perfil de moderado y su amistad con Isaac Rabin, también se dio un baño de belicismo en la campaña electoral celebrada en abril de 1996 (había elecciones en mayo). Peres ordenó la operación Uvas de la ira y en el bombardeo artillero de Canaan, en el sur del Líbano, murieron 102 civiles. Así y todo perdió frente a Netanyahu, quien tiene ahora, por cierto, muchas papeletas para ser de nuevo primer ministro.

Tal vez exista algo más en el trasfondo del bombardeo, además de constituir otro aviso a palestinos revoltosos. Puede verse como un mensaje dirigido al presidente electo de Estados Unidos, a cuya toma de posesión podrían haber esperado los israelíes por cortesía. George W. Bush, a través de un portavoz, Gordon Johndroe, ya ha endosado la operación, limitándose a pedir que «se trate de evitar bajas civiles». Los aviones y sus misiles eran norteamericanos, pero eso parece ser lo de menos.