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Sin cabezas ni brazos
El infierno se estableció en la morgue de Gaza, donde los restos de las víctimas se acumulaban en sus pasillos tras ser trasladados en camiones
Actualizado: Guardar«No había sitio para más... Los cuerpos uniformados de los policías sin cabezas, sin brazos, reventados, se amontonaban en los pasillos de la morgue, mientras seguían llegando camiones que arrojaban los cadáveres allí para irse a por otros... La sangre se nos metía por la boca». «Infierno» es la palabra utilizada por Safwat Kahlout, reportero residente en Gaza y padre de tres hijos, para retratar las horas del desastre vividas ayer en la capital de la Franja. La agonía de un bombardeo del que fue testigo precisamente delante del cuartel general de la Policía de Hamás, donde la aviación israelí se cebó mientras en el interior se celebraba una ceremonia de graduación. Los cadetes muertos fueron los que colapsaron el tanatorio.
No había forma ayer de entrar ni salir de Gaza. Israel mantuvo el territorio palestino clausurado como una jaula durante el ataque. El punto más cercano para aproximarse era el paso fronterizo de Erez, que queda a menos de cinco kilómetros de la capital de la Franja y donde el suelo amenazaba terremoto a cada impacto de misil. La Policía israelí estaba por todas partes, pidiendo a los conductores de Israel en la autovía que se fueran, por si Hamás lanzaba cohetes. Los Qassam han matado a una docena de israelíes en ocho años.
Barridos tecnológicos
Desde allí -desde Erez, donde el rugir de los cazas permitía apenas escuchar-, la única forma de saber lo que estaba ocurriendo dentro del campo de batalla era el contacto telefónico, que se corta y se difumina también víctima de los barridos tecnológicos, mientras Safwat narra la tragedia.
«Yo estaba en la calle cuando llegaron los aviones, decenas y decenas. Los niños salían del colegio... Niños chillando, llorando histéricos, sin encontrar a sus madres, que les buscaban enloquecidas cuando sonó la primera explosión». «Pero más horrible ha sido el hospital de Shifa -añade sin hacer pausa-. De pronto han llegado miles de personas, digo miles, buscando hermanos, hijos. Y seguían bombardeando... ¿Si no nos dejan vivir con dignidad, que nos dejen morir con dignidad!».
Víctima inocente de ese círculo vicioso de sangre -según el cual Israel tiene cerrada Gaza y bombardea a Hamás porque lanza cohetes a su suelo y Hamás no para de disparar porque Israel ha convertido la Franja en una prisión que ataca cuando quiere- la población palestina se asfixia. «Estamos psicológicamente destruidos», lamenta el periodista. En su casa, ya de noche, no hay luz, falta la leche y el agua y se desesperan de sufrimiento.