La canciller Angela Merkel visita una factoría de coches, motor de la economía germana y sector más afectado por la crisis. / AP
Economia

Alemania encara la catástrofe Más consumo que nunca

El Gobierno germano prevé en 2009 un retroceso del PIB del 3%, el mayor tras la Guerra Mundial

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Una vez al año, y siempre en enero, el Ministerio de Economía alemán cumple religiosamente el ritual y da a conocer su informe anual sobre la salud del país. Pero, esta vez, manos misteriosas filtraron algunas páginas del borrador a la prensa y los germanos pudieron enterarse de lo que les depara el año que está por nacer con semanas de antelación. «Alemania está confrontada a su mayor prueba de esfuerzo, al menos desde la unificación. El desarrollo se ha debilitado de forma dramática», señala el documento, que pronostica para 2009 un retroceso del Producto Interior Bruto en torno al 3%, el mayor en toda la historia de postguerra -en España la caída en el tercer trimestre, el último dato oficial conocido, fue de sólo el 0,2%-.

¿Está Alemania al borde de la catástrofe? Cuando en noviembre pasado la legendaria locomotora de Europa entró en recesión por primera vez en cinco años, tras acumular dos caídas trimestrales del 0,5% y del 0,4% e invertir así el vigor con el que había arrancado 2008, el país comenzó a vivir una extraña catarsis generada por sus institutos económicos más famosos. Uno tras otro, corrigieron a la baja sus pronósticos de crecimiento para 2009 con porcentajes que confirman el escenario que anunciará el Ministerio de Economía en enero.

El peor de todos fue dado a conocer tres días antes de Navidad por el Instituto de Estudios Económicos de Kiel (IfW), que reveló que la economía germana se contraerá un 2,7%. «Las inversiones se reducirán ante el empeoramiento de las perspectivas de venta y de las condiciones financieras», señala, para sentenciar que «el país vivirá la recesión más grave desde 1974».

Un panorama que ya había sido previsto por el Bundesbank el pasado 5 de diciembre, aunque no de forma tan categórica, al vaticinar que la economía germana va a sufrir una contracción del 0,8%. «La perspectiva muestra un marcado deterioro desde el comienzo del cuarto trimestre, por lo que puede preverse un considerable descenso en la actividad real en los primeros meses de 2009», señala el banco, que considera poco probable una recuperación hasta el esperado rebrote global de 2010.

Silencio de cementerio

La población de Sindelfingen, considerada una de las más prósperas de todo el país, no tiene necesidad de leer informes de expertos para conocer los efectos de la crisis. Desde hace tres semanas reina un silencio casi de cementerio en este pueblo cercano a Stuttgart, donde cerca de 36.000 trabajadores, que cada día montaban 1.500 automóviles Mercedes, esperan ahora con impaciencia regresar al trabajo el próximo 11 de enero.

Los ejecutivos de Daimler, BMW, Opel y Volkswagen tomaron la decisión de cerrar sus principales plantas para contrarrestar la ausencia de compradores. «La industria automotriz alemana, de la que depende uno de cada siete puestos de trabajo en el país, se autoimpuso una especie de coma artificial», ha escrito la revista Der Spiegel en un largo artículo donde describe el sombrío panorama que deparará 2009. «Pero nadie sabe lo que pasará el próximo año», añadía la publicación, antes de formular una pregunta inquietante. «¿Se convertirá la fortaleza exportadora de la nación en una maldición?».

Aunque el gigante europeo ya vivió sendas recesiones en el pasado lejano y reciente -de la de 2003 salió en apenas tres años-, la economía germana siempre ha sido considerada relativamente inmune a una crisis en los mercados. Muchas compañías, sobre todo en los sectores de maquinaria, productos médicos e ingeniería ambiental, son líderes mundiales y no están acostumbradas a caídas en la demanda. Pero todo está cambiando a causa del terremoto que afecta al planeta. Y, en especial, debido a una recesión que ha echado raíces en los países de la eurozona, una región clave para la riqueza germana porque a ella van a parar dos tercios de sus exportaciones.

La parálisis de los principales socios económicos europeos de Alemania es, para su Ministerio de Economía, un «gran desafío» que pone al país ante una crisis de demanda internacional. Y, peor aún, la gran industria exportadora alemana teme que la situación puede agravarse todavía más a causa de la depreciación del dólar ante la moneda europea. Si el billete verde americano sigue perdiendo valor frente a la divisa comunitaria, las firmas alemanas dejarán de vender sus productos.

La crisis también afectará al mercado laboral germano, aunque todavía los especialistas no logran ponerse de acuerdo en el número de trabajadores que perderán su empleo el año que viene. Algunos señalan que el paro únicamente aumentará en cien mil personas, pero los más pesimistas mencionan medio millón.

Según el presidente de la Agencia federal del Trabajo, Frank-Jürgen Weise, la salud del mercado laboral germano depende también de la crisis financiera. «Si los bancos siguen prestando dinero existe una buena posibilidad para que pequeñas y medianas industrias reciban nuevos encargos y mantengan sin alterar sus respectivas plantillas».

El departamento de Economía, que dirige el socialcristiano Michael Glos, ya tiene una receta para hacer frente al peor año que haya vivido el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La apunta el informe que presentará a finales de enero: «Un desarrollo débil mundial de la demanda externa debe ser compensado en el país para evitar una dinámica negativa en el mercado laboral».

Aluvión de críticas

En otras palabras, el Estado germano está obligado a impulsar multimillonarias iniciativas destinadas a evitar el paro masivo en el país y, al mismo tiempo, reactivar su economía. Complicado, cuando la actuación del gobierno de Angela Merkel ha recibido un alud de críticas por parte de los industriales y de los centros especializados, que consideran absolutamente insuficientes las medidas aprobadas para combatir la recesión. En una inédita acción conjunta, los directores de los principales institutos económicos criticaron el jueves la inercia de Merkel y su negativa a impulsar un radical recorte fiscal que repercuta en el consumo interno. «El impuesto de solidaridad debe ser eliminado», ejemplificó el presidente del IFO, Hans Werner Sinn, al referirse al gravamen creado hace 19 años para financiar la reconstrucción en el este del país, tras la caída del Muro. El martes pasado, los berlineses tomaron una decisión que asombró a los ejecutivos del KADEWE, los grandes almacenes de la capital germana, una tienda famosa por su oferta y sus precios. «Nunca habíamos esperado tanta afluencia de compradores en un año marcado por la crisis», dijo un ejecutivo, asombrado por la cantidad de gente que inundó los seis pisos del edificio.

No fue el único día de consumo. Los alemanes, indiferentes a la crisis y a las voces de alarma que recomiendan prudencia y moderación en el gasto, decidieron este año gastar dinero como si la crisis mundial fuera sólo un espejismo que desaparecerá al día siguiente. «Lo que es bueno y caro se vende de inmediato», admitió el empleado del KADEWE, un tanto perplejo al constatar que todos los productos de lujo -relojes, joyas y productos electrónicos- desaparecían de las vitrinas y las bodegas como por arte de magia. Y todo en el año de la peor crisis económica que vive el país en el último medio siglo.

De acuerdo a un estudio de la Sociedad de Investigaciones del Consumo (GfK), el ánimo consumista se mantuvo en noviembre y diciembre en los mismos niveles que el año pasado.