TEMOR. Antonio está preocupado por su familia. / L. RIVAS
ANDALUCÍA

Acaba en urgencias por ayudar a una joven que recibía una paliza de su novio

No ha llegado a la gravedad del caso Neira, pero casi. Faltaban pocos minutos para las nueve de la Nochebuena. Antonio iba en su coche con su mujer y su hijo para ir a casa de los abuelos, a disfrutar de la cena familiar, cuando vio una escena que no le dejó indiferente. En el suelo, una joven gritaba asustada mientras su novio, le daba golpes y patadas. Antonio no se lo pensó dos veces y la ayudó, aunque su gesto acabó pasándole factura. Los hechos ocurrieron al filo de las nueve de la noche en una estrecha vía de Armilla, en la provincia de Granada. Un joven de 24 años golpeaba con pies y manos a una chica que estaba en el suelo. La joven llevaba el casco puesto y gritaba repetidamente en busca de auxilio. «Socorro, que me mata», recuerda Rosa, la mujer de Antonio, que gritaba la chica.

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Con unas llaves

Antonio dejó el coche unos metros más arriba y se encaró con el chico. «Déjala que la vas a matar», le dijo. El chico se apartó y Antonio se acercó a ayudar a la chica. En ese momento, el joven le agredió por la espalda. «Al principio no sabía con qué me había pegado; luego he sabido que fue con un manojo de llaves». Con esos objetos punzantes le abrió una brecha en la frente y la causó más heridas en el resto de la cara, así como lesiones en el cuello y el hombro.

La joven pudo zafarse del chico y se refugió en el coche de Antonio, con su mujer y el niño dentro. Mientras, el joven volvía hasta el lugar de la agresión armado con varios palos que usó para intentar agredir de nuevo a Antonio, aunque ya sin éxito. Con los primeros gritos, la mujer de Antonio ya había llamado a la Guardia Civil, que envió dos patrullas hasta el lugar de las agresiones y detuvo al joven de 24 años, vecino de Granada, e identificado como M. F. C.

El arresto se produjo por un presunto delito de violencia doméstica y por otro de lesiones. Después de la detención del chico, Antonio tuvo que acudir junto a su familia a Urgencias del centro de salud de Armilla, donde le dieron hasta tres puntos de sutura en la frente y le hicieron un parte por las lesiones que presentaba. Los tres se perdieron la cena de Nochebuena, a la que no pudieron unirse hasta que había pasado la medianoche. «No teníamos ni ganas de comer después de eso», recuerda Rosa, que explica que su hijo, de cuatro años, tiene pesadillas desde entonces».