ENHAMED ENHAMED CUATRO OROS EN PEKÍN

El Phelps español

De origen saharaui, aprendió a nadar tras quedarse ciego a los ocho años

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Enhamed Enhamed no ve pero mira desde muy dentro, penetrante. Coqueto, presume de ojazos «azul ciego». Ganó cuatro oros en Pekín. Fue el abanderado en la clausura. «¿El estadio lleno...una pasada!», recuerda este grancanario de nombre sugerente. Cuando el Sáhara era español, sus padres se trasladaron a Las Palmas para poder trabajar. Nació con un glaucoma. Corría el riesgo de sufrir un desprendimiento de retina, de perder la vista de forma paulatina. Por prescripción médica, nada de movimientos bruscos. «Sabía que no podía ni saltar, ni jugar. No era un niño normal, pero con ocho años todo te da igual. Un día, estaba corriendo por el pasillo de casa y mi madre me regañó: ¿Estate quieto! Me tumbé. Cuando levanté la cabeza, ya no veía. Y aprendí a nadar».

Hasta los 13 ó 14 años, era sólo un hobby. Un técnico le persuadió. Podría crecer con trabajo. Empezó a ejercitarse dos o tres horas diarias, luego tres, cinco..., siete antes de Pekín. Idolatra a Phelps, «un tío que ha dedicado toda la vida a un sueño». Batió tres récords mundiales en los últimos Paralímpicos. Ambiciona el de los 400 libres. Está a casi 18 segundos pero no entiende de quimeras. Con fe, no hay utopía.

Estudia Administración de Empresas. Sufre para compaginarlo con el deporte. «No hay tiempo, ni fuerzas, ni ganas... Si quieres conseguir algo, hay que dejar cosas en la vida: los colegas, tu casa, la familia y, al final, los estudios». Vive, encantado, en la residencia Blume. «Buenas instalaciones, una comida de lujo...».

Desayuna normal, pero almuerza y cena tres platos y dos postres. «Casi como Phelps», bromea. El estómago es su nutricionista. «Si te descuidas, te zampas un buey». Un veinteañero atípico, sin juergas. «Si sales un sábado, hasta el miércoles el cuerpo no se recupera. Si llevase la vida de algunos futbolistas, no podría ni entrenarme».