CÉSAR NEIRA ORO Y BRONCE EN EL VELÓDROMO

El artillero de la bici

Una explosión en la cantera le produjo parálisis cerebral y hoy rueda con Sastre

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Volver a nacer. Eso es lo que hizo César Neira al salir con vida del tremendo accidente minero que tuvo hace seis años. «Hice un curso de artillero y trabajaba en una cantera que extraía granito». Todo normal, hasta que un día un calderín de aire comprimido explotó y los ocho kilos de presión lanzaron al ciclista madrileño al vacío desde un talud a una altura de siete metros, provocándole una parálisis cerebral: «Estuve un mes en la UCI. No sabían si saldría de ahí». Tenía 23 años y un hijo de apenas uno. Supo sufrir y aguantar el tirón con el mismo tesón que emplearía para seguir la rueda de Alberto Contador en pleno Alpe d'Huez.

Además de las numerosas operaciones, prótesis y placas de titanio implantadas en su cabeza, tuvo que volver a recordar todo. Como buen contrarrelojista, aplicó la constancia, el esfuerzo y la paciencia para recuperar las facultades perdidas. «Tuve que ir a una logopeda para aprender a escribir, leer y andar», cuenta.

Después volvió a su pasión: la bici. Entrena unas 25 horas semanales acompañado de grandes figuras del pelotón internacional como Paco Mancebo o Carlos Sastre. «Me tratan como uno más y me sirve para prepararme mejor», agrega. En sus primeros Juegos, tuvo el honor de inaugurar el medallero español con un bronce en persecución en pista, al que añadió un oro en la crono.

El éxito en Pekín supone una inyección económica importante para un deportista que, aparte de la pensión por invalidez, sólo recibe del Comité Paralímpico unos 6.000 euros anuales y el material para el entrenamiento. Se plantea la retirada y ayudar a gente que ha tenido accidentes parecidos. Le motiva más esa labor altruista que la competición: «Hay personas que están bien y, de pronto, se encuentran sin nada, incapaces de levantar la cabeza».