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UNA AYUDA. Preparan los platos para la comida de Navidad, con un menú especial. / ÓSCAR CHAMORRO
Ciudadanos

Un regalo entre la miseria

Albergues, comedores sociales, parroquias y entidades bancarias se encuentran desbordados en estas fechas

SANDRA SALAZAR
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Las fiestas navideñas han entrado de lleno en la provincia de Cádiz, pero no todos las están viviendo de la misma forma. Tiendas a rebosar de personas que intentan encontrar el regalo más acertado; cenas en familia al calor de un hogar junto con la alegría y nostalgia de los que vuelven a casa o el recuerdo de aquellos que nunca regresarán. Son estampas que se repiten en estos días. Sin embargo, en muchos rincones que suelen pasar desapercibidos, la pobreza obliga a centenares de personas a buscar refugio en albergues y comedores sociales.

Y es que Cádiz es la provincia con mayor tasa de exclusión social de España, con una población de más de 110.800 personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. Una de las consecuencias de estos datos es el aumento imparable de asistencia en los comedores que atienden a personas sin recursos y en los albergues que acogen a los transeúntes que no tienen dónde pasar la noche. También las parroquias, entidades no lucrativas y los servicios sociales municipales han sentido cómo la época de crisis está causando estragos y los desfavorecidos cada vez son más.

Los porqués

La pregunta que se hacen muchos ciudadanos es por qué una persona llega a vivir en la calle. Ana Chamizo, hermana de la sociedad seglar San Vicente de Paul y directora del albergue Federico Ozanam, recuerda que la mayoría tuvo un pasado insertado en la sociedad: «Al llegar al centro hablamos con ellos para explicarles las normas y derivarlos a los servicios sociales. En muchos casos estas personas se ven abocadas a la miseria y han tenido una vida anterior como la de cualquier persona de clase media».

Algunos de los motivos que llevan a la pobreza se esconden en rupturas familiares: «Tenemos casos de hombres divorciados que se quedan sin nada y tras perder el trabajo, no tienen ni para alquilar un piso», explica Ana quien recuerda a alguien en concreto. «Vino un empresario que se había arruinado y lo había perdido todo. También están los que tienen problemas con adicciones como las drogas o el alcohol».

De la noche a la mañana, la vida ha dado un giro de 180 grados para estas personas aunque la hermana Isabel Peze, presidenta de la Conferencia de los Desamparados, asegura que hay quien sabe salir de esa situación: «Algunos han tirado para adelante con nuestra ayuda y aunque sea uno de 15, nos sentimos satisfechas. Son personas que han encontrado trabajo, han alquilado un piso entre dos ó tres y comienzan desde cero. En cambio, otros optan por ir de un sitio a otro sin rumbo fijo y probablemente nunca dejen atrás la pobreza».

El problema es que el albergue que trabaja con Cáritas Diocesana tiene sólo treinta camas y el número de personas sin hogar aumenta día a día. «Este año se ha notado mucho y ahora tendrán que abandonar el albergue todos los que están alojados para que entren otros y pasen aquí el fin de año, ya que tenemos una larga lista de espera». El frío y la lluvia del invierno hacen que los sin techo busquen un refugio más que nunca.

Emilia Gómez es directora de Cáritas Arciprestal y también está presenciando los efectos de la crisis. «Es una amenaza para las familias con pocos recursos. Este año hemos visto cómo personas en situación normal se han quedado sin trabajo y no pueden pagar la hipoteca, las facturas y no tienen ni para comer». Cáritas trabaja conjuntamente con los servicios sociales para intentar dar solución a estas familias: «pero la realidad es que estamos desbordados y cada vez es más difícil tender una mano».

A pesar de esto, hay localidades donde han arrimado el hombre como las parroquias de San Fernando, que han participado en una recogida de regalos, ropa y alimentos para que, al menos, durante las fiestas navideñas los más desfavorecidos tengan algo que llevarse a la boca.

El Pan Nuestro

Ése es el pensamiento del Padre Juan Jiménez Zayas que desde hace 16 años está al frente del comedor benéfico El Pan Nuestro de La Isla. En estas navidades, tanto el centro como el albergue, no han dejado de acercar el calor familiar a los que acuden a sus instalaciones. Los adornos navideños, el árbol y el belén no han faltado. Tampoco un regalo para todos y lejos de los aparatos digitales y los accesorios lujosos, han recibido ropa interior en el albergue Federico Ozanam y todo tiempo de material de primera necesidad en el comedor El Pan Nuestro.

Al menos, en estos días, las entidades sociales no dejarán que se queden sin los típicos almuerzos y cenas. El menú del comedor de estas fechas es entremeses variados, caldo, pata de cerdo al horno con guarnición, una copa de coñac y un paquete de tabaco.

El problema es que no todos los días es Navidad. Ésta es la frase más repetida. Los regalos, los buenos almuerzos y cenas y las ayudas económicas de bancos y entidades se van con las fiestas, y la situación persiste con nuevas amenazas: la crisis le puede llegar a cualquiera.

ciudadanos@lavozdigital.es