Famosos por un día
Actualizado: GuardarChapas y pesetas, lentejuelas gastadas, alas de plumas, trajes regionales y sobre todo gorros de Papa Noel arrugados, todo vale para acudir al salón de la Lotería Nacional a presenciar el sorteo de Navidad y salir, si no más rico, sí un poquito más famoso.
En el salón de la sede central de la Lotería caben unas 300 personas, muchas de ellas con ganas de «salir en la tele», y un centenar de periodistas que necesitan llenar las horas de programación y las conexiones en directo a la espera de que salga el Gordo. Entre unos y otros se organiza un espectáculo de masas de entrevistadores, colas de entrevistados estrafalarios, entrevistas a empujones, marañas de cables y guardas de seguridad desesperados por mantener los pasillos despejados mientras los niños de San Ildefonso desgranan la cansina letanía de la pedrea.
Pero la cita es ineludible; toda España estuvo pendiente de este salón, y hay que estar entre los 300 elegidos para ver el sorteo en directo. En la calle, la cola se forma desde la madrugada, pero Marcelo y Rufino llegaron cinco minutos antes de que abrieran las puertas con la tranquilidad que da saber que iban a entrar seguro y que además serán blanco de todas las miradas y objetivo de todas las cámaras de televisión. No en vano Marcelo, un funcionario jubilado de 74 años, va cubierto con una túnica de lentejuelas y cristalitos de colores hasta los pies y lleva lo que parece una estación espacial en la cabeza. Más discreto, Rufino tiene aires de caballero medieval enfundado en una malla de cuerpo entero realizada en cuero y pesetas. «El traje es de Marcelo, que tiene unos veinte colgados en su casa y cada año me viste de algo distinto: de carrete de fotos, huevos kinder, chapas de trinaranjus..., lo que sea», ha explicado Rufino Huertas, que en la vida real trabaja en el Metro de Madrid y como acomodador en el estadio Santiago Bernabéu.
Los dos amigos llevan viniendo al salón de la Lotería desde el 2000 y en esta ocasión han competido por la atención de las cámaras con Lis y Mari, dos amigas de Benidorm que han acudido al sorteo disfrazadas de Ángeles de la Suerte, con alas, corona y décimos de la lotería cosidos a las capas. «El año pasado vinimos vestidas de brujas y no dio suerte», ha explicado Mari, dependienta en una ferretería que, pese a llevar «muchísimos décimos», desaparece junto a su amiga a mitad del sorteo sin llegar a hacerse millonaria.
Quien se ha sentido «millonario por un momento» ha sido Antonio, un fontanero de 34 años, que ha creído ganar el segundo premio para luego descubrir que no, que el premio ha sido para el 78.400 y él sólo tenía el 76.400. Enrojecido, acalorado y aún nervioso, Antonio ha contado cómo ha venido desde Alicante para «ver esto por lo menos una vez en la vida» y de pronto ha oído cantar «su número»: gritos, revuelo, avalancha de periodistas y, al final, nada. Tampoco se llevaron nada ni María Luisa, una camarera de 52 años, ni ninguna de sus 9 amigas de la Peña Huesca 259 de Móstoles, que iban todas vestidas de goyescas. Ni tampoco Enrique, con el traje regional de Cebreros; ni Tomás, pese a su gorro de Papa Noel, ni Mateo, con una estrafalaria corbata. La mañana se repartió por todos los rincones de España, llegando incluso a convidar a los clientes de toda la vida. Es lo que le sucedió a Anna Gámiz, propietaria del bar Sócrates de Sabadell que compró 30 de las 60 series del Gordo de Navidad y que acabó organizando una barra libre para celebrar que había repartido 90 millones de euros entre sus vecinos.
Una cara y una cruz en un Sorteo que da muchas alegrías pero también muchas decepciones e ilusiones echas pedazos. Habrá que esperar al próximo y probar suerte.