El narco azteca responde con decapitaciones a la presión de la Policía
Las sangrientas acciones de los narcotraficantes mexicanos parecen no tener fin. Ayer, fue Chilpancingo, a medio camino entre el Distrito Federal y Acapulco, el lugar elegido por los sicarios de los carteles para arrojar los cuerpos decapitados de nueve personas, entre ellos varios miembros del Ejército, uno de los puntales del Gobierno de Felipe Calderón en su batalla contra el crimen organizado.
Actualizado: GuardarEl secretario de Seguridad Pública estatal, Juan Salinas Altes, confirmó que las nueve cabezas fueron halladas en una bolsa abandonada en un centro comercial de esa ciudad, capital del Estado de Guerrero, uno de los muchos donde los narcos tienen sus bases de operaciones. «Esto le va a pasar a todos los guachos por pasados de verga (a policías o militares que se propasen). Por cada uno que me maten yo les voy a matar a diez», decía la nota encontrada junto a los cadáveres.
Los cuerpos acéfalos fueron localizados en la autopista que circunvala la ciudad, cerca de donde el gobernador participó por la tarde en una ceremonia religiosa, y de un cuartel del Ejército. Los forenses identificaron entre los muertos a algunos soldados. Las autoridades presumen que los militares fueron secuestrados el sábado, durante su día libre. Y manejan varias hipótesis sobre lo sucedido. Una de ellas es que se trató de un ajuste de cuentas entre bandas rivales en el que se vieron involucrados los miembros del Ejército.
Calderón aseguró en la campaña electoral que le llevó al poder en 2006 que «el narcotráfico tendrá en mí a su peor pesadilla». Tras asumir el cargo ordenó el despliegue de más de 36.000 militares en las zonas conflictivas.