EL JEME

París, Bolonia, Atenas

Mucho sesudo anda dándole vueltas al magín sobre las similitudes de los incidentes de Atenas con el Mayo del 68 y sus consecuencias en el resto de la Unión Europea, pero yo creo que son fácilmente predecibles: donde gobierne la izquierda no pasará nada, mientras que donde lo haga la derecha, pasará de todo, en realidad ya está pasando.

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Esto que ahora se llama antisistema, en lenguaje preperestroika se denominaba guerrilla urbana, un hábitat en el que la izquierda de la izquierda se ha sentido siempre a gusto. El recurso a la movilización callejera de la extrema izquierda, es la oposición que de ahora en adelante puede esperar cualquier partido de derechas que consiga el poder. En España esto no es nuevo, lleva décadas sucediendo en el País Vasco con la Kale Borroka, fue determinante para la victoria de la izquierda en Galicia a través de Nunca Mais, protagonizó la ultima campaña electoral de la izquierda independentista catalana y empieza a ser noticia cotidiana en Madrid, por el sabotaje metódico de los radicales a los actos en los que participan políticos de derechas. El objetivo está conseguido en cuanto el acto violento obtiene relevancia mediática y el ciudadano percibe que el poder cede. El siguiente objetivo será Valencia.

El instrumento para la confrontación son los jóvenes y su argumento, Bolonia. A esta juventud que ya no baila, que tampoco es divino tesoro y que ni siquiera se relaciona, porque ya sólo se conecta, le resulta mucho más cómodo reponer que reparar; una relación con dificultades, se cancela y se sustituye por otra. Exactamente igual que con el tostador. Esta juventud ya no lee porque no comprende, que para eso se aprobó la LOGSE, para que no se enteren de nada, se trata de mantenerlos distraídos animándoles a que practiquen sexo seguro a ritmo de rap y a que resistan sin saber a qué o a quién.

El argumento para la bronca se llama Bolonia, pero no es Bolonia lo que irrita, pues lo que allí se firmó, ocupa poco más de dos páginas que fijan como objetivo de la educación universitaria europea su convergencia. Es su desarrollo por el Gobierno, con precipitación y muchas dudas, lo que confunde a los estudiantes y desmotiva a los profesores.

Mientras algunos rectores no quieren enterarse, otros como el de la Complutense llevan diciéndolo desde antes del verano: «sí a Bolonia, pero no así» añadiendo que: «el proceso de convergencia en nuestro país ha sido un despropósito». Posiblemente no se pretenda la mercantilización de la Universidad, pero es indiciaria que su ubicación político administrativa, ya no sea en el Ministerio o en la Consejería de Educación si no en la de Ciencia y Empresa.

Asimismo, puede que tampoco se desee su sometimiento a las exigencias del mercado laboral, pero también es significativo el cambio de paradigma concretado en el abandono del patrón conocimiento y su sustitución por el patrón competencias, cuya formulación a través del enigmático «enseñar a aprender» se concreta en el didactismo, o sea aprender como saber pero sin que haya que saber, que amenaza con hacer estragos en la formación de nuestros alumnos.