Cadena perpetua para el máximo responsable del genocidio ruandés
Bagosora, ex coronel del país, ha sido declarado culpable por un tribunal especial de la ONU
Actualizado:El Tribunal Penal Internacional para Ruanda declaró ayer al ex coronel Thénoeste Bagosora culpable del genocidio que sufrió el país africano y le condenó a cadena perpetua. Esta corte de Naciones Unidas, radicada en la ciudad tanzana de Arusha, acomete procesos contra los culpables de las matanzas que tuvieron lugar en 1994. Desde su constitución, hace ya once años, ha dictado sentencias contra una treintena de personas implicadas en los hechos, aunque este caso posee un significado especial porque el reo está considerado como el principal responsable de los soldados y milicianos interhamwe, ejecutores de más de 800.000 individuos de etnia tutsi y hutus moderados. En el mismo proceso los jueces también determinaron que los ex oficiales Aloys Ntabakuze y Anatol Nsengiyumva participaron en los delitos.
La sentencia a Bagosora le imputa la comisión de crímenes contra la humanidad y de guerra por su carácter de cerebro en la estrategia del horror. La ascensión del ex oficial, de 67 años, se produjo tras la muerte del presidente Juvenal Habyarimana el 6 de abril de 1994. Dos misiles abatieron el avión del mandatario y el transitorio vacío de poder fue aprovechado por el recluso para controlar los principales asuntos políticos y militares ruandeses, aunque sólo era director del gabinete en el Ministerio de Defensa. Según testigos, se opuso firmemente a la designación de la primera ministra Agathe Uwilingiyimana como nueva jefa del Gobierno. Unos días después, la sucesora en el poder ejecutivo fue asesinada por soldados ruandeses.
Sin embargo, la conspiración para poner en marcha la solución final del problema interétnico se remonta a 1990, como recogen documentos distribuidos en el seno del Ejército que acusaban a los tutsis de ser el principal enemigo del pueblo. A Bagosora se le imputa el haber promovido la elaboración de listas con los objetivos humanos y también se ha probado que adquirió armas y medio millón de machetes distribuidos entre la Policía local y los paramilitares ejecutores materiales de los crímenes.
El genocidio, organizado y sistemático, tanto en las ciudades como en las áreas rurales, se desarrolló a lo largo de unos cien días -entre abril y julio- y fue impulsado por las incendiarias soflamas emitidas por Radio de las Mil Colinas, principal medio de comunicación del territorio. Hace quince días el cantante local Simon Bikindi fue condenado por la misma corte a 15 años de cárcel por incitar a la matanza colectiva con los textos de sus canciones, influidas por el sonido folclórico local y el rap más agresivo.
Tras la victoria del Frente Patriótico Ruandés (FPR), la guerrilla tutsi liderada por Paul Kagame, los dirigentes del Gobierno hutu huyeron del país, mientras que un millón de ciudadanos de esta etnia buscó refugio en el vecino Congo. El flujo masivo y atropellado generó otro drama de enormes proporciones. Además de causar la muerte de unos 40.000 desplazados por malaria, cólera y agotamiento, la permanencia de los refugiados ha contribuido a desestabilizar las provincias de Kivu Norte y Sur. Bagosora fue detenido en Camerún hace once años años junto a otro de los implicados en la conjura, el ex ministro de Comunicaciones André Ntagerura. Aunque la responsabilidad del antiguo coronel se halla ya probada, existe la convicción de que la génesis y las implicaciones intelectuales en el genocidio afectan a ambos bandos en virtud de un maquiavélico juego de estrategia política.
Según algunas investigaciones, Kagame, apoyado por Uganda, determinó el derribo del avión presidencial como un factor esencial para provocar la desestabilización del régimen de Kigali, aun siendo consciente de las tremendas represalias que sufrirían los suyos. Tras la retirada del Ejército hutu, los milicianos tutsis también asesinaron a miles de personas que habían decidido permanecer en sus casas, aunque en un número muy inferior al perpetrado por los interahamwe e, incluso, a misioneros como el catalán Joaquín Vallamajó, firme opositor a la política revanchista.