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Ocho vasos de agua al día no son tan buenos como parecen

No es la primera vez que Rachel Vreeman y Aaron Carroll ejercen de cazadores de mitos. El año pasado, también por estas fechas y en el British Medical Journal, la pareja de investigadores publicó un artículo que tiraba por tierra una serie de siete creencias médicas. Se trataba de una lista de afirmaciones erróneas que escuchaban constantemente incluso en labios «de los médicos y expertos».

J. A.
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Su primera víctima fue el consejo tantas veces repetido de que hay que beber por lo menos ocho vasos de agua al día. Los autores comprobaron la «completa ausencia de pruebas que sustentaran esta recomendación». El cuerpo humano absorbe la mayor parte del agua que necesita a través del consumo normal y diario de líquidos tan diversos como la leche, el té, la cerveza, los zumos y refrescos. Obviamente es bueno beber agua -sobre todo cuando se tiene sed-, pero no existe una cantidad fija o estándar recomendada y «hacerlo en exceso puede llegar a ser dañino».

Otra mentira que se repite una y otra vez es que los seres humanos sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro. «Esta creencia ha sobrevivido durante más de un siglo», apuntan los investigadores, «a pesar de los numerosos avances en neurociencia». A menudo se atribuye esta afirmación a Einstein, pero no existe cita alguna que pruebe que el sabio alemán dijera nada parecido alguna vez. Los estudios más recientes demuestran que no existe ninguna zona del cerebro humano que no esté más o menos activa.

Tampoco es cierto que el pelo y las uñas sigan creciendo cuando la persona a la que pertenecen ha fallecido. Este proceso de crecimiento requiere «un regulación hormonal compleja» que sólo puede darse en vida. Otra creencia común pero falsa es que el afeitado hace que el pelo crezca más rápido, oscuro y fuerte. Todos los estudios sobre la cuestión demuestran que afeitarse no afecta al crecimiento del pelo de ningún modo.

Leer con poca luz o en penumbra no daña la vista. Puede resultar cansino y el lector quizá experimente dificultades de enfoque, pero «esos efectos no persisten». Comer pavo tampoco vuelve a la gente especialmente somnolienta, como creen muchos anglosajones, sino que es la excesiva cantidad de comida la que provoca el sueño. Por último, Vreeman y Carroll negaban que los teléfonos móviles interfieran en los equipos electrónicos de los hospitales.