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Opinion

Menos petróleo

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La reducción de la cuota de producción de petróleo en 2,2 millones de barriles diarios decidida ayer por la OPEP supone un recorte sin precedentes desde 1982 y se agrega a la rebaja de dos millones de barriles adoptada en septiembre a fin de frenar el desplome en los precios y preservar unas economías íntimamente dependientes de las rentas del crudo. El agravamiento de los efectos de la fuerte desaceleración económica ha provocado una caída del barril desde los 147,50 dólares que alcanzó hace apenas cinco meses a los actuales 45. Y el descenso podría no haber tocado fondo si la crisis, como vaticinan la mayoría de los analistas, se agrava a lo largo de 2009 con una recesión generalizada.

La demanda de crudo se había incrementado año tras año desde 1983, acompasando el crecimiento económico mundial y, especialmente, el los países emergentes con China e India a la cabeza. Ahora, esa misma demanda acaba de registrar un retroceso histórico de 200.000 barriles diarios, lo que amenaza la prosperidad de los países productores que, después de 15 años de bajos precios entre 1985 y 2000, estaban empezando a rentabilizar la energía de sus pozos y animando grandes proyectos de diversificación de su modelo de crecimiento. Pero alguno de ellos soportan también una gravosa hipoteca política, en tanto que la estabilidad de sus regímenes y el cumplimiento de las promesas sociales que los ayuda a sostenerse dependen en buena medida de la redistribución de las rentas petrolíferas. La aplicación de las nuevas restricciones a partir del 1 de enero permitirá calibrar si una iniciativa tan excepcional empuja al alza los precios, aliviando a los productores. Pero éstos no deberían renunciar a tratar de consensuar una banda de precios razonable que permitiera conciliar sus intereses con las necesidades de una economía estancada y limitar las incertidumbres que en este terreno también la vienen atenazando.