Libertad sexual (II)

A900 euros el óvulo, así se paga, o mejor dicho, se gratifica todo un ciclo de sobrestimulación de los ovarios de una mujer en nuestra ciudad. Muchas chicas jóvenes están acudiendo a las clínicas de tratamiento de fertilidad que hay en Jerez para hacerse donante de óvulos, y es que, tal y como está la economía de las jóvenes, 900 euros es un atractivo irresistible aunque lo que se ponga en juego sea la propia salud.

No está mal el precio. En otras partes se paga -perdón, se gratifica más-, pero como media está bien. No me manifiesto abiertamente en contra de esta práctica porque entiendo que debe de haber un banco de óvulos igual que debe de haber un banco de espermatozoides, aunque para donar espermatozoides ellos sólo han de disfrutar un rato, mientras que nosotras hemos de inflarnos a hormonas y someternos a una intervención quirúrgica menor. ¿Quién dijo que la naturaleza es sabia? Sabia sí, pero justa no siempre. Lo que a mí me parece -y lo veo casi a diario- es que no se informa correctamente a las chicas de lo que supone para ellas esta sobrestimulación hormonal y las consecuencias que puede tener.

En mi último artículo reflexionaba sobre cómo las adolescentes se encuentran a veces con dificultades para hacer uso de su cuerpo y de su sexualidad en condiciones de libertad desde el conocimiento y el respeto a su propio cuerpo. Muchas veces son otros los que deciden por ellas. Sus parejas que rechazan usar el preservativo porque «se siente menos», como si fuese una funda que maniatara las manos, los labios, el cuerpo y los sentimientos. Otras veces deciden los médicos sobre lo que deben de tomar sin valorar el coste que tendrá en toda una generación la excesiva utilización de anticonceptivos hormonales; otras veces son los que se creen dueños de la moral

Veo cada día a adolescentes perdidas, enajenadas de su cuerpo y de sus deseos, haciendo uso de una fantasía a la que llaman libertad, perdidas entre los deseos de otros.