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letargo

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Nos ha llamado la atención la manera tan rápida con la que algunos aficionados expresan su preocupación por los síntomas de letargo que -según ellos- muestra el equipo amarillo. En mi opinión, es demasiado pronto para que cambiemos nuestras valoraciones y, sobre todo, para que se lancen gritos -aunque sean tímidos- de alarma. El empate a cero frente a un equipo como el Jaén no es suficiente argumento para que se alarmen esos que, entusiasmados, estaban firmemente convencidos de que este Cádiz era el indiscutible campeón. Pienso que deberían controlar un nerviosismo que es excesivamente desproporcionado. Javi Gracia y todos los jugadores de la plantilla han declarado de manera clara e insistente que mantener un ritmo constante en esta carrera de fondo y a campo a través es casi imposible. Han repetido, una y otra vez, que el éxito final dependerá de múltiples factores y de diversas circunstancias -muchos de ellos imprevisibles e incontrolables- que, en cualquier caso, se han de afrontar con serenidad, con frialdad y, sobre todo, con paciencia.

Si hemos de evitar que el entusiasmo nos aumente la visión de la estatura del equipo hasta tal punto que nos creamos que somos invencibles, también hemos de controlar el desánimo con el fin de que no acreciente la fragilidad y nos haga más vulnerables. La identificación con nuestro equipo no debería nublar la vista de los obstáculos ni impedirnos apreciar la calidad de los equipos adversarios. La ansiedad de los aficionados y, sobre todo, el desmayo de los jugadores pueden tender unas trampas mortales de las que, sin duda alguna, se beneficiarían otros equipo que, situados mucho más bajo que el Cádiz en la clasificación, se sentirían animados a ascender por esta empinada pendiente que exige, sobre todo, aliento. El éxito de los desafíos humanos y los triunfos deportivos dependen, en gran medida, del ánimo con el que los emprendemos y del tesón con el que persistimos en la pelea.