A PASO CORTO

Espíritus de la contrariedad

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eñor, señora, sepa que está un poco pesadito o pesadita con el tema de «la Navidad es un invento del que yo paso». Nadie le ha preguntado a usted si es un cutre y tampoco debería ir gritándolo a los vientos helados de estos días. A todos nos faltan familiares queridos, a unos más y a otros menos; a todos nos entra el tembleque en la de Ubrique cuando llega primero Papá Noel y después Sus Majestades de Oriente; a todos nos da pereza romper con la rutina; pero no todos vamos reconociendo por ahí que somos unos flojos emocionales y unos rácanos. Si usted no tiene ganas de Navidad, pues dése dos cachetadas en la nostalgia y láncese a la calle. Saque su mejor abrigo, bufando y gorro, busque una buena compañía, o la suya propia -que pasear solo también despeja las telarañas-, estire el presupuesto que tenga, y déjese arrastrar, por una vez. No siempre es saludable ir contra corriente. Y si no tiene ni un gramo de espíritu navideño, hágalo al menos por los comerciantes, que también tienen derecho a comprarse una paletilla de jamón en estas críticas fiestas. Llame a su familia y procure conciliar posturas, en lugar de ofrecer resistencias para acordar la fecha y el lugar de las comilonas. Y para ambientar la casa, si no tiene ganas de montar el belén o de desempolvar el árbol sintético, hágase con cualquier detallito -tampoco hace falta gran cosa- que le recuerde que éstos son días para celebrar lo que nace, la alegría, la esperanza. Para valorar lo que se tiene y para recordar con cariño lo que se perdió, pero sin hacer sangre. Ahora bien, si usted, querido lector, es un ser que reclama atención continua con sus resoplidos y aspavientos en contra de estas celebraciones, que lo único que persigue es ser también el centro de estas fiestas, entonces, que le den viento fresco, que tampoco me ha dado para tanto el espíritu navideño...