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ANÁLISIS

La solución final

Existen dos teorías para intentar explicar por qué algunos agresores de mujeres se suicidan después de haberlas asesinado, tal y como ha ocurrido en el caso de Maximino Couto. La más nombrada, pero también la más contradicha por los datos, es que los hombres agresores se suicidan porque no soportan el rechazo social derivado del acto violento que han cometido. Tal planteamiento queda rebatido por la realidad de la violencia de género, un crimen por convicción en el que el agresor no sólo es indiferente a la valoración externa de sus actos, sino que en la mayoría de los casos está moralmente seguro de haber obrado correctamente. La teoría alternativa respecto a por qué se suicidan algunos agresores remite a que han construido de tal manera su vida alrededor de una relación de dominación, de un pequeño reino totalitario basado en la violencia para controlar a una mujer, que cuando esa relación se acaba deciden matarla. Cuando la mujer ha desaparecido por el asesinato, también se viene abajo el castillo de dominación donde el agresor era un dios todopoderoso.

ANDRÉS MONTERO
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El suicidio es, no obstante, excepcional entre los agresores de mujeres. Al tratarse la violencia de género de un crimen por convicción, la mayoría de los agresores continúan sus vidas en la íntima certeza de que la violencia era un camino necesario para ejercer el derecho que creen legítimo de controlar el comportamiento de una mujer. En promedio podemos calcular que se suicidan alrededor del 10% de los hombres que asesinan a mujeres en circunstancias de violencia de género. El año pasado se suicidaron cinco hombres para siete decenas de mujeres asesinadas. La mayoría de los agresores está más de diez años construyendo sus vidas alrededor de la dominación. No es el rechazo social, sino la libertad de la mujer, lo que un agresor no puede soportar.