VUELTA DE HOJA

La mentira y otras certezas

Al tabaco es malo, pero para una sola cosa: para la salud. Para todo lo demás es buenísimo: por ejemplo para no estar solo, aunque sea sólo, y para intercambiar un pequeño objeto cilíndrico con personas con quien no podemos intercambiar ideas. El tabaco, que según sus detractores, que nunca lo llevan, ya que se conforman con llevar razón, es imprescindible para después de una buena comida y no digamos para después de una comida mala. Los poetas dicen que el humo «nos asciende la mano». También para después del amor y, lo que a cierta edad es más importante, para buscar un adjetivo apropiado. Últimamente este «vicio de indios», importado de América, cuando los dioses que nacieron en Extremadura observaron el deleite de los nativos al respirar «aquella especie de tizones encendidos» que se llevaban a la boca, está sufriendo horribles ataques. Ya no se puede fumar casi en ningún sitio, salvo en el retrete de nuestra casa. El Tribunal Supremo de Nueva York se ha querellado contra el tabaco light, acusándolo de hacer el mismo daño que el otro. Una estafa importante, la más gorda después de la perpetrada con admirable éxito por Bernard Madoff, tan envidiada por tantos y tantos empresarios de la construcción.

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Eso de engañar a los compradores, que se llama más suavemente, «marketing engañoso», es el arte más antiguo del mundo. Ahora se acusa a Altria, que es filial de Philip Morris. Entre los vendedores de humo no figuran únicamente los comerciantes de tabaco, sino los que venden infalibles crecimientos de pelo, caldos de gallina negra muy ponedora y lo que pronuncian discursos políticos exaltados o light, según el momento histórico. Después de los ricos víctimas de Madoff, nos puede perjudicar a los pobres fumadores. Nos quieren dar un disgusto por menos de un pitillo.