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Opinion

Paso atrás

La designación por el Consejo Político de IU del dirigente del PCE Cayo Lara nuevo coordinador general de esta federación, en sustitución de Gaspar Llamazares, con un respaldo del 55,08 por ciento de los integrantes del máximo órgano de dirección de Izquierda Unida concluye una interminable pugna interna por el control de una organización política en franco declive.

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Pero lejos de ofrecer síntomas de haber logrado el deseable objetivo de imprimir una profunda renovación política y estructural, Izquierda Unida proyecta los síntomas de una organización que opta por dar un paso atrás y refugiarse en las vetustas estructuras del Partido Comunista de España. A ello no es ajeno el desfonde político y sociológico de la federación seriamente castigada en las urnas durante las últimas convocatorias electorales, pero también ha coadyuvado a la actual situación la incapacidad de sus dirigentes de articular una opción política como alternativa plural y de izquierdas más allá de todo lo que simboliza el partido comunista. El progresivo abandono de importantes figuras políticas de las filas de IU en los últimos años ha privado a la organización política del pulso y los contrapesos necesarios para mantenerla vital y activa. Por el contrario, la actitud individualista del anterior coordinador general aferrándose al escaño del Congreso pese a los reveses electorales y el fracaso de su política de aproximación del PSOE, se proyecta como la foto fija de una federación que en sus estructuras internas estará atada en corto por el PCE y en el Congreso en manos del antiguo dirigente repudiado por las bases.

Puede que la opción que representa Cayo Lara insinuada en sus primeras declaraciones amenazando con la convocatoria de una huelga general sea la conformación de un pacto anticapitalista compacto con los espacios de la izquierda más radical y antisistema del espectro político. Pero por más que las condiciones de crisis puedan favorecer semejante proyecto, ni los puntuales éxitos de movilizaciones callejeras que pudiera lograr, ni la ilusión de un efímero protagonismo político pueden compensar el fracaso de la oportunidad perdida de reactivar un proyecto de izquierdas que debería haber recuperado el espíritu fundacional que mejores resultados le dio en las urnas.