AMBIENTE. Instante de la puesta en escena de la obra en el Villamarta. / J. FERNÁNDEZ
Jerez

Arriba el telón de los nervios

Nos acercamos a la puerta del Villamarta para observar cómo llevan esos nervios los padres de los chicos que actúan en el Diluvio de Noé

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El diluvio, ayer, no vino del cielo sino del Teatro Villamarta. Todo lo que llovió este fin de semana pasado en la ciudad parecía un adelanto de lo que iba a caer en el escenario cuando dieran las doce de la mañana. Jerez era como un alargamiento del gran diluvio que se pudo vivir en el teatro. Desde las once, un buen grupito de madres y padres se acercaban a sacar las entradas para ver a los pequeños actuar en la obra del británico Benjamín Britten, El Diluvio de Noé. «Nos han regalado dos entradas porque nuestro hijo actúa también en la obra, pero estamos en la taquilla ya que también los abuelos quieren estar presentes en el evento», comentan unos padres.

Tres o cuatro años lleva esta obra en Jerez. Es un clásico de la opera que es llevada a cabo para toda la familia. Tanto es así, que muchas familias de jerezanos, cada año, colaboran desinteresadamente ofreciendo a sus hijos para que actúen en la obra. Así, ayer por la mañana, en la plaza Romero Martínez, había más nervios que en los camerinos del teatro. «Es el segundo año que actúa nuestra hija -continúa una pareja que se ha acercado a la taquilla-, pero no nos acostumbramos. A ella la hemos dejado en la puerta de atrás muy tranquila, pero yo no puedo con los nervios», comenta la señora.

Especies

Dicen que los niños están bastante bien caracterizados con los animales que Noé, presumiblemente, subió al arca para salvarlos del castigo Divino. Elefantes, cocodrilos, mandriles, mariposas y hasta mofetas. Toda la representación del reino animal tenía derecho a un billete para subir al arca. Parejas para poder reproducirse una vez acabados los cuarenta días de agua sobre la Tierra.

Los músicos también están entrando. Se trata de la Joven Orquesta de Cámara de Jerez Álvarez Beigbeder. Cuerda, viento y percusión, para que no falte de nada. Ha sonado desde sala el timbre que anuncia dos minutos para que comience la función, en la plaza Romero Martínez no queda nadie. Cuando se cierran las puertas de sala, un torbellino de nervios que nace de los propios padres de los chicos artistas se introduce en el patio de butacas. Afortunadamente, los chicos, que son los que tienen que salir al escenario, están mucho más tranquilos.