CAMBIOS. Orlan. / J. M. LÓPEZ
Cultura

Orlan o el software no tiene límites

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Mi cuerpo es el espacio donde trabajo, es mi software. Esto lo vengo haciendo desde mi adolescencia. Trato de empujar los límites de la vida hasta el extremo». Frente al registro pasivo de los cauces naturales de la enfermedad, propósito de Wilke, la actitud de la francesa Orlan es activa, destinada a autoprovocarse transformaciones permanentes en su rostro.

Las acciones quirúrgicas llevadas a cabo durante la década de los noventa se convierten en radicales performances que, literalmente, cambian la fisonomía y devienen en arte corporal en sentido estricto. Ella, su obra, es una terrible metáfora sobre la reinvención del sujeto según sus apetencias, vieja pretensión reforzada por el uso de técnicas capaces de generalizar cánones estéticos. A menudo, los medios de comunicación han difundido una imagen frívola de su creación, asemejándola a las acciones del icono trash Sabrina Sabrok, cuando lo cierto es que aporta un consistente y lacerante discurso en torno a la autodeterminación del individuo y la facultad de revelarnos ante lo establecido por la genética y la física. Orlan habla de un futuro que ya está aquí, servido en quirófanos y argumentos biotecnológicos.