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EL MUÑIDOR

Dios os lo pague

ENRIQUE SOLER GIL
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La verdad es que me costó trabajo decidir el tema con el que empezar esta nueva singladura, porque aunque alguno pudiera sorprenderse, no soy muy dado a exponer en público los sentimientos y las vivencias que comparto con los más cercanos, y aunque tenía en cartera algunas cuestiones más superficiales con las que empezar, no me parecía justo hacerlo sin rendir un merecido homenaje a los jóvenes de mi agrupación parroquial de la Sed. Creo que hubiera pecado de frívolo, si hoy, cuando los jóvenes de la Sed organizáis vuestro anual certamen de bandas, a beneficio de la construcción de una parroquia que se antoja cada vez más complicada, yo hubiera hablado de cualquier otro tema. Mis principios no me lo permiten, y es por eso que he creído conveniente que como cura, hoy utilice esta tribuna no sólo para daros ánimo, sino sobre todo para deciros "gracias". Gracias porque con vuestra sencillez y con vuestro trabajo callado habéis puesto cimientos de humanidad a un proyecto, que sinceramente creo que ha sido concebido con un mucho de soberbia burocrática y una muy poca cantidad de cariño y caridad evangélicos. Aún así todos debemos hacer un esfuerzo por entender y por demostrar, y vosotros al igual que tantos otros en la parroquia lo habéis logrado, que Dios escribe derecho con renglones torcidos, y saltando por encima de lo coyuntural habéis logrado situaros en lo ineludible. Habéis renunciado a priori a cosas a las que a cualquier grupo de cofrades jóvenes les gustaría; algunas a las que incluso muchos que las tienen no valoran, y como unos apóstoles del nuevo milenio os habéis enrolado en una empresa que a menudo se revuelve mostrando su horrible faz de quimera. ¿Cómo podré entre otras cosas explicaros en medio de una liturgia casi minimalista a la que el espacio nos obliga, el exuberante lenguaje cuajado de belleza barroca de nuestras hermandades? ¿Cómo podré expresaros el sublime tesoro que supone encontrar la presencia sacramental del Maestro en el silencio del Tabernáculo? Frente a todo ese mundo sólo puedo ofreceros la Sed de un Cristo realmente necesitado. Tal vez Él os está dando -nos está dando- esa lección magistral que la Beata Teresa de Calcuta vislumbró en aquella experiencia única en la que descubrió la necesidad de Cristo en los hermanos, contemplando al crucificado sediento. Hoy las necesidades espirituales no son menores que las materiales, y sin embargo la pobreza sigue siendo ante todo material. En este tiempo transcurrido habéis madurado como personas y como cristianos. Habéis enriquecido vuestras vidas con la experiencia del perdón, y si personalmente este cura debe daros las gracias por algo es por no haber desfallecido a pesar de todo. Por haber sido comprensivos, por haber sido curiosos en el buen sentido del término, y por haberos dejado llevar por Dios más que por el cura. Ni os imagináis las maravillas que Él está obrando en vosotros. Hoy la gente verá algo de vuestro oculto trabajo, lo valorarán o no. No creo que deba importaros, porque el mejor agradecimiento que hoy vuestro cura puede daros es deciros desde lo más profundo de su corazón «que Dios os lo pague».