Reencuentro europeo
La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, que despedía la presidencia de Nicolas Sarkozy, terminó ayer con el restablecimiento de un clima de coincidencia entre los socios europeos. Ello fue posible gracias al juego de equilibrios desarrollado en tres vertientes: al hacer un hueco a las medidas frente al cambio climático cuando la inquietud prioritaria parecía centrarse en las iniciativas anticrisis; al responder a las reticencias mostradas, incluso con tintes abiertamente críticos, por parte del Gobierno alemán; y al supeditar los criterios de eficacia a los de integración en cuanto a la crisis desatada por el «no» irlandés al Tratado. Parece evidente que la Europa actual no puede ofrecer más de lo que dio de sí en la Cumbre de Bruselas. Pero ello tampoco debe convertirse en un argumento que soslaye los límites que presentan cada una de las resoluciones adoptadas por el Consejo Europeo. Los jefes de Estado y de Gobierno hicieron suyas las líneas generales del plan de estímulo fiscal propuesto por la Comisión, fijando una sintonía común para que los 27 se comprometan en sostener la demanda frente a la recesión, aunque concediendo a cada país miembro un amplio margen de actuación a la hora de poner el acento en el aumento del gasto público, en la reducción de la presión fiscal o en la disminución de las cargas sociales; y facultando a cada gobierno para prestar apoyos públicos a determinadas empresas y a las familias más necesitadas.
Actualizado: GuardarPero a la hora de evaluar el verdadero alcance del esfuerzo fiscal previsto en Bruselas es necesario subrayar que, al tratarse en lo sustancial de compromisos nacionales, hay países que han cogido la delantera a las decisiones del Consejo y han comprometido ya sumas parejas o incluso superiores al porcentaje del PIB asignado por el plan de estímulo fiscal. Y que, en contraste con ellos, hay otros países que se verán en apuros para poder hacer frente a dichos compromisos sin elevar su déficit hasta niveles de los que les sería imposible regresar rápidamente al equilibrio presupuestario, tal como el propio Consejo Europeo estableció ayer. Los 200.000 millones de euros puestos en circulación representan una cantidad más que estimable para paliar en lo posible los efectos de la crisis. Pero quedan por demostrar tanto la inmediatez de su eficacia como su validez para el conjunto de la UE. Por su parte, el acuerdo alcanzado en el seno del Consejo Europeo frente al cambio climático refleja no sólo las resistencias que países como Italia, Polonia o la propia Alemania han mostrado ante los compromisos que en materia de emisiones podrían adoptarse para 2020. Revela también las dificultades que entraña compatibilizar medidas de reactivación económica con iniciativas orientadas a modificar en sentido medioambiental los patrones de crecimiento, especialmente en aquellos sectores de mayor consumo energético y en los países donde su peso resulta crucial.