De locos
Aunque ahora se lleva eso de negarlo categóricamente, porque es más moderno, me gustaría que levantara la mano aquél que no haya recibido un cachete en toda su vida. Las asociaciones de defensa del no sé qué y los sensiblones de turno argumentarán que eso es poco menos que dejar marcado a un crío de por vida, pero que yo sepa nadie se ha quedado traumatizado tras recibir la típica zapatilla de mamá en el trasero o alguna bofetada por contestar mal u organizar cualquier clase de trastada.
Actualizado: GuardarCon estos razonamientos no pretendo hacer un alegato en favor de tales prácticas, Dios me libre, sino mostrar mi indignación por la pena impuesta a una madre, que ha sido condenada a 45 días de cárcel y a estar apartada de su vástago durante un año. La desproporción del castigo es tal que me parece hasta absurdo intentar explicarlo, máxime cuando a quien más se está penando con ello es al hijo. Sí, a un niño de diez años que se le privará de su madre durante doce meses por una bofetada que recibió hace dos y que seguramente ya se le habrá olvidado.
Además, la Justicia separará a sus padres durante todo ese tiempo, por no hablar del precedente que se puede crear en la conducta del menor, que será consciente de que el más mínimo signo de reprobación paterna puede ser duramente castigado por las autoridades, con lo que ya se cuidará su padre de levantarle si quiera la voz. Y yo me pregunto dónde estaban estos defensores a ultranza de la estupidez, cuando la pequeña Alba aparecía día sí y día también llena de moratones y heridas en el colegio, y tuvieron que darle una paliza de muerte para que alguien se percatara de lo sucedido.
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