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Amores que matan

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reparada llevo ya más de una semana para presenciar el Barça-Real Madrid de esta noche. La verdad es que me producía un morbo mayor el haber podido ver sentado en el banquillo blanco a Schuster pero los avatares del fútbol son así de caprichosos. Todavía no salgo de mi asombro, a pesar de que hace poco más de un mes dos ex futbolistas ya me lo advirtieron. En la conversación que mantuvimos los tres, uno de ellos se lamentaba de lo difícil que supone entrenar hoy en día si no estás dentro del círculo. Es increíble que haya gente que esté en todas las quinielas y no haya conseguido ni un solo título. Parece que sólo por tener un nombre conocido, o por ser amigo de determinada prensa con poder, tendrás posibilidades de encontrarte entre los elegidos. Luego hay otros casos como el de Juande Ramos que, aún teniendo un currículum adornado de éxitos, es capaz de convertir al Tottenham en farolillo rojo y, pocos meses después ser llamado para sacar de la crisis al Real Madrid, al club después del cual ya no hay nada más. Sé que los analistas me dirán que la experiencia inglesa del pedroteño está llena de matices. Podríamos decir exactamente lo mismo de la del alemán en la Casa Blanca. Y no me pongo a reflexionar sobre los detalles porque me ocuparía la edición entera de la Voz. Sin embargo, el fracaso británico no debe empañar los años gloriosos que el nuevo entrenador madridista le ha dado a más de una afición, sobre todo a la sevillista. Como me decía el otro contertulio, la renta de los cinco títulos de Nervión le va a dar para vivir sin problemas durante bastante tiempo, por lo que no tenía duda de que en cuanto echasen a Schuster, llamarían a Juande Ramos. A discrepancia del que se quejaba, creo que el Madrid ficha a un buen técnico, aunque no sabría calcular cuándo el madridismo romperá su idilio con él.

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