Respuesta equilibrada
Actualizado:La coincidencia mostrada por el Gobierno y la CEOE, urgiendo a que la Banca abra su disposición crediticia hacia la economía productiva y, especialmente, hacia las pequeñas y medianas empresas se topó ayer con dos datos: el éxito de la segunda parte de la subasta de activos y la drástica paralización de la línea siempre ascendente de los beneficios de la entidades bancarias. El tiempo que está transcurriendo entre el enunciado de cada medida del Ejecutivo, su aprobación por éste, la posterior convalidación parlamentaria y su ejecución final responde sin duda a una pauta preceptiva. Pero es indudable que acaba quedándose muy atrás respecto a la celeridad con la que la crisis viene afectando a cada empresa y a cada hogar. De ahí que tanto la opinión pública como, en particular, los gestores de las empresas necesitadas de liquidez tiendan a percibir que las medidas respecto al sector bancario no son útiles, o no son suficientes, o están permitiendo a las entidades financieras resolver antes sus propios problemas que atender los requisitos de la economía real. Resulta injusto y temerario alentar sombras de sospecha respecto al destino final de la liquidez propiciada por las medidas gubernamentales. Pero los requerimientos públicos dirigidos a la Banca contrastan con la parquedad con la que ésta se viene pronunciando, quizá sin percatarse de que el origen financiero de la crisis ha situado a las instituciones crediticias ante el juicio crítico de una sociedad y de un tejido empresarial que nunca antes se había mostrado tan exigente hacia las entidades bancarias.
Al expresar ante la Conferencia Empresarial de la CEOE su deseo de que las previsiones económicas yerren hoy como erraron en el pasado, el presidente Rodríguez Zapatero no sólo olvidó lo absurdo e incluso irritante que ha podido resultar para muchos ciudadanos su negativa a mencionar durante meses el término crisis. Además su mensaje voluntarista induce a confusión, como si el esfuerzo colectivo de los allí presentes pudiera contrarrestar hasta ese punto las tendencias de un mercado global al que precisamente él tan a menudo se refiere para situar las causas de la contracción económica fuera de nuestras fronteras. En ese mismo encuentro, y junto a su demanda de una mayor fluidez crediticia, el presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, abogó por el abaratamiento de la extinción de los contratos de trabajo, una medida de todo punto ineludible a la hora de flexibilizar el mercado laboral y adecuar sus costes a criterios de productividad, pero cuya implantación una vez desatada la crisis resulta más que discutible por lo que supondría de variar las reglas del juego a tenor de su resultado. Todas las empresas se verán obligadas a ajustar sus costes y a moderar sus beneficios. La recuperación económica dependerá del equilibrio que ambos factores guarden mientras se mantenga el ciclo descendente.