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NADANDO CON CHOCOS

Por el amor de Dios

FRANCISCO APAOLAZA
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Por el amor de Dios se puede ir a la guerra, darse al prójimo, hacer alfajores y hasta dormir tranquilo. En Cádiz algunos hacen cosas muy extrañas por el amor de Dios. Este sentimiento provoca jocosas historietas, vodeviles con olores a incienso, una suerte de feuilletones periódicos al estilo de rezar en tiempos revueltos, tan revueltos como estos, sin que se haya descubierto aún la ganancia de ninguna familia de pescadores, que se sepa. El amor de Dios ha creado en Cádiz en los últimos tiempos sucedidos literarios tan deliciosos como asombroso periplo del Cristo en la paquetera, la espinosa polémica sobre la Borriquita o el sentido del recorrido, igual o más importante que el sentido de la vida. Para algunos.

«Te debes divertir en Cádiz», dice un email, mientras los cimientos de la santa semana se sacuden con la denuncia de una cadena de correos en la que se ponen algunos como los trapos, verdes como hoja de perejil y se denuncian unos a otros. Dijo San Juan de la Cruz que el alma que está enamorada de Dios es gentil, humilde y paciente aunque no contaba con una trama como la que viven los cofrades de Cádiz. Ni con un ex presidente del Consejo de Hermandades al que se le va la mano con sus epístolas electrónicas.

El dimitido cofrade, desconocía que los expertos recomiendan hoy en día, además de una vida sana baja en carbohidratos, respirar y pensar dos veces antes de darle al botón de send, que fue lo que debió hacer San Pablo antes de enviar su Carta a los Corintios. Por eso dio en el clavo: «El amor (...) es servicial; no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad».

Mientras tanto, a uno que yo me sé le clavan una multa un domingo por la noche por aparcar frente a un bar en la Punta, en «zona de movida juvenil». Por el amor de Dios, eso mismo.