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MUNDO

Ira en la plaza Syntagma

Las protestas ante el Parlamento evidencian también la rebelión contra una clase política muy desacreditada

G. ELORRIAGA
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Se buscan razones para justificar una ira prolongada durante cinco días. Desde el pasado fin de semana, los analistas escudriñan la realidad sociopolítica y económica de Grecia para explicar cómo la muerte de un manifestante ha podido incendiar todo el país. Se menciona el precario futuro de una generación afectada por la escasa cualificación de la enseñanza superior, en trance de privatización, o de la desesperanza de quienes aspiran a sueldos en torno a los setecientos euros.

Hay quien otorga el protagonismo absoluto a esta víctima propiciatoria en tiempos de crisis y no hay que olvidar tampoco que, desde 2004, los sindicatos han organizado una decena de huelgas masivas contra la política gubernamental. Aunque la precariedad es un factor importante, la concentración ante el Parlamento, en la plaza Syntagma, testigo de algunas de las batallas campales, también implica la responsabilidad de la clase política. El propio primer ministro Caramanlis se ha referido al círculo vicioso de la venalidad de clase política y la burocracia que sangra el erario.

El descrédito de una clase dirigente en la que los apellidos Caramanlis y Papandreu parecen alternarse en la cúpula del poder parece alentar los extremismos. La Cámara ha asistido al escándalo de varios ministros implicados en turbias conexiones. Y la inyección de dinero público a los bancos, práctica habitual en otros Estados europeos, parece haber colmado la paciencia de un sector de la población.