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¿Que se piquen!

Ya no hay dudas. Hasta hace tres días, el principal rival del Cádiz en la lucha por el primer puesto era el Poli Ejido. Ahora, el único enemigo del equipo de Gracia viste de amarillo y juega cada dos domingos en Carranza. La relajación y el exceso de confianza han sido las claves en la pérdida de los siete puntos que se han quedado por el camino. Hasta los propios futbolistas reconocen que es tremendamente difícil mantener la tensión en ciertos momentos, cuando la superioridad es abrumadora.

Jose María Aguilera
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Aquí entra en juego el papel del entorno. Han dolido mucho algunas críticas tanto de la prensa como de los aficionados, señalando a tal o cual jugador, dudando de la fortaleza defensiva y de la falta de madurez o irregularidad del conjunto. Salvo escasísimas excepciones, todas son para bien, ayudan a mejorar y 'pican' en su orgullo al futbolista. Mansilla marcó en El Ejido y soltó toda la rabia acumulada tras una semana de 'palos'. Quería demostrar que es apto para este Cádiz, y eso le llevó a ser mejor.

Cristian se lo pensará muy mucho antes de cometer otro penalti como el del Conquense. López y Caballero han aprendido de sus absurdas expulsiones, y hasta Fleurquin ha echado el freno de mano a su agresividad. Ormazábal se suelta cada día más y dispara a puerta con mayor frecuencia. Y Casilla ha despejado tantas dudas como balones.

Las críticas tienen parte de culpa de este crecimiento. El último quinquenio ha servido para comprobar lo inútil de tanta loa, de subir a los altares a quienes sólo hacen su trabajo. Ese conformismo permitió que Benjamín fuera ovacionado en Getafe, Mario Silva sacado a hombros y Gustavo López se marchara como un héroe. Ese conformismo nos llevó a Segunda B.