TRADICIÓN. Ilustración de Laura Suárez-Cantón.
Sociedad

Arqueología de cuchara

Esta semana se presenta 'Reliquias culinarias 1880', el libro de cocina de Celestina, cocinera en casa de Bernardo Manuel de la Calle, alcalde de Cádiz

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España destronaba a una reina, proclamaba a un monarca extranjero, vivía una república y restauraba la monarquía. Caían las colonias como las hojas de los plataneros en noviembre, moría la joven Mercedes, la del cantar, se hablaba con calor de un tal Maura y de otro Sagasta. El país vivía en su constante convulsión y mientras tanto, en la casa del alcalde de Cádiz (calle Ahumada 5) guisaba Celestina sobre la amable quietud de los fogones de los Marqueses de la Calle. Poco importaba la coyuntura política de un país en la zozobra cuando, a media mañana, la calle se llenaba con aromas de clavo, de sofritos y canelas, de todas las especies del mundo. La cocinera, espina dorsal de la casa durante generaciones y recordada hoy, sorprendía con sus alfajores carlistas, un bacalao con leche, los bizcochos sagastinos (o republicanos), o el timbal amadeísta.

Afortunadamente, todo aquel universo íntimo de olores y sabores vuelve a la realidad del siglo XXI con el libro Recetas Culinarias 1880 que publicó la Junta Local de Hostelería de Tineo con las 400 recetas de cocina y tocador que apuntó Celestina en un cuidado manuscrito que se presentará por primera vez en Cádiz. Será el viernes en la Asociación de la Prensa, de la mano de Manuel Suárez-Cantón, tataranieto del primer Marqués de la Calle.

La genealogía tiene su sentido, porque ha permitido mantener el libro de la cocinera desde que comenzase sus primeras líneas, tal vez como una práctica de las clases de lectura y escritura que le impartía un marinero gijonés llamado Ciriaco.

Celestina era el alma de la cocina de la calle Ahumada, en la que vivía Bernardo Manuel de la Calle Caballero, comisario regio de Agricultura, Industria y Comercio, diputado provincial y alcalde de Cádiz. De hecho, la Cámara de Comercio de Cádiz sigue teniendo sede en la casa.

El libro pasó de mano en mano durante generaciones como «una joya que siempre hemos querido conservar y ahora mostrar al público», dice el arquitecto Manuel Súarez-Cantón.

apaolaza@lavozdigital.es







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