Golpe al terror
Actualizado:La detención de Aitzol Iriondo y de otros dos presuntos activistas de ETA, en una operación conjunta de la Guardia Civil y de los servicios policiales franceses, se convirtió ayer en un golpe certero contra la banda terrorista, tres semanas después de que fuera detenido su número uno, Garikoitz Aspiazu Txeroki. Ambas operaciones demuestran que no sólo era necesario para la estrategia anti-terrorista fijarse como objetivo el descabezamiento de la trama etarra; sino que también era posible lograrlo. El mito de la imbatibilidad de ETA ha sido sustentado durante décadas sobre ese otro supuesto que sería su infinita capacidad de reproducción. Aun tratándose de una organización que posee indudables recursos para perpetuarse, tanto desde el punto de vista del dictado al que continúa sometiendo al conjunto de la izquierda abertzale y del amordazamiento de sectores nada desdeñables de la sociedad vasca, como en lo que se refiere a la captación y encuadramiento de los pocos efectivos fanatizados que requiere para mantener su actividad terrorista, hace tiempo que comenzó a atisbarse la posibilidad de que el Estado de Derecho puede acabar acorralando a ETA hasta conducirle al desistimiento y a la desaparición, o a reducir a la insignificancia su poder de coacción. Un horizonte que requiere optimizar la cooperación entre las autoridades españolas y las francesas con el fin de impedir que la banda terrorista pueda recuperarse de tan importantes detenciones y empujarla hacia una situación insostenible para sus integrantes.
Como ocurre con cada nuevo atentado de ETA, el asesinato de Ignacio Uría suscitó el lógico temor a que la banda terrorista pudiera reactivar su macabro operativo. Además, la renuencia de las formaciones nacionalistas a descabalgar a ANV de la alcaldía de Azpeitia y la manifestación convocada ayer en la localidad vizcaína de Durango por la plataforma anti-TAV, sin condenar previamente el asesinato del empresario azpeitiarra, devolvían a la sociedad a los peores tiempos de la cruel desfachatez terrorista. Una desfachatez que se hacía patente estos días en muchas paredes del País Vasco, donde los apologistas de la violencia han colocado los recurrentes mensajes en los que los victimarios tratan de aparecer como víctimas para así eludir el reproche moral generalizado por la muerte de Uría. La detención en Gerdes del presumible nuevo número uno de ETA representa, en este sentido, una doble buena noticia. Por una parte, porque agudiza la debilidad orgánica en que se mueve la banda terrorista. Por la otra porque envía a sus seguidores, pero también a quienes por interés o por comodidad basan sus argumentos en la facticidad etarra, el inequívoco mensaje de que la acción policial está tomando la delantera a la política dominante en Euskadi.