ÉXITO. Las chicas mandan en el mercado literario. / L. V.
Cultura

¿Contemporánea o chick lit?

Las novelas escritas, protagonizadas y dirigidas por y para mujeres se consolidan en el mercado editorial

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A veces la literatura se convierte en un ring. O en un juego de espejos en los que la imagen aparece tan distorsionada que no se reconoce a sí misma. Todo depende de quién y cómo mire. Si optamos por la visión más peleona, este reportaje comienza como sigue.

A la derecha, con muy buenas críticas de sus lectoras, libros que tienen el poder de conectar con la mujer moderna gracias a personajes que viven sus experiencias reales aunque las visten de mucho glamour y los decorados son un poco exagerados. A saber: mucha compra fina, chicas estupendas y valientes, con estudios superiores, profesionales como la copa de un pino, cuernos, ex, aperitivos en las terrazas de moda, taconazos de aguja y dinero a espuertas para dedicárselo a ellas mismas, y si están generosas a sus amigas, sentido del humor y alguna lágrima, la búsqueda del príncipe azul pero sin pasarse, que ya nadie quiere uno para toda, toda la vida ¿o sí? La vida misma, vamos.

Al otro lado, con la etiqueta de género menor, de gueto construido por y para mujeres, de letras rosas como las que más aunque se vistan de Prada, libros llenos de los estereotipos femeninos más brutales -para darle la razón al machista más obtuso, podría pensarse-, el vacío dentro de los cuerpos hermosos, la eterna juventud y el egocentrismo más exacerbado como fin y medio, las mismas historias de siempre envasadas en papel couché, que queda más bonito y se vende mejor. Las portadas son rosas y llevan bolsos y tacones, para que ningún hombre en su sano juicio se atreva a mirar en el interior.

En este cuadrilátero, ambos púgiles son el mismo. Son dos reflejos de lo mismo. O mejor, de la misma: la chick lit. La literatura para chicas. Son dos maneras diferentes de referirse a un género que muchos definen como novelitas románticas, sin más, y que otros comparan a las creaciones de Jane Austen y las Brontë, ni más ni menos. Tal vez no estaría de más hablar exclusivamente en femenino, ya que a este tipo de literatura parece que los hombres ni se asoman. Porque estas novelas están escritas por, sobre y para mujeres, y estas autoras no tienen problema en que les pongan la etiqueta. La lucen con orgullo. Es así: retratan el universo femenino para que las lectoras se sientan identificadas.

El género comenzó en los años 90 del siglo XX sobre todo gracias al éxito que tuvo la periodista y escritora Helen Fielding con su columna semanal en The Independent sobre Bridget Jones, una mujer soltera e independiente, un poco demasiado presionada por el valor de la imagen y la estética. La chica, es cierto, recuperaba los mejores personajes imaginados -o calcados de su entorno- que mucho antes había inmortalizado Jane Austen. Incluso su sentido del humor. A finales de la década vio la luz la novela, todo un éxito editorial, y a principios de siglo XXI la película. Vendrían después secuelas literaria y cinematográfica, amén de un buen montón de escritoras siguiendo la corriente.

La literatura para chicas tiene otro hito en Sexo en Nueva York, de Candace Bushnell; esta vez hay incluso serie. Con la diferencia de que aquí las protas son mujeres de alto standing, con todo el dinero para invertir en sí mismas. A diferencia de la Jones, que en el sexo era bastante monógama y normalita, las nuevas chicas de chick lit hablan sin tapujos y prueban todo lo que pueden. La emancipación también es eso.

Y muchas más cosas. La novela contemporánea, como gustan decir algunas autoras, recoge también otro tipo de realidades.

Es el caso de Marian Keyes, un referente en el género. En sus ficciones hay chicas con problemas familiares, alcoholismo, crisis económica y ajustes de cinturón. Añade también una nota de intriga. Junto a ellas, Sophie Kinsella, Meg Cabot (autora del original de la película Princesa por sorpresa de Disney), Wendy French (Mi mamá me mata), Lauren Weisberger (la de El diablo viste de Prada)... Nombres y apellidos anglosajones para un género que tiene en las grandes calles de Manhattan y Londres su mejor hábitat natural.

De ahí otra de las críticas que se le hace a esta estantería literaria: la de que se contenta con describir la vida de las mujeres blancas occidentales, olvidándose de las afroamericanas, las latinas, las asiáticas y las árabes. No es extraño que algunas derivaciones del género vayan precisamente dirigidas a estos sectores, con protagonistas de diferentes razas y colores.

Con conocimiento

Otra característica común de las autoras es que casi todas son escritoras de columnas o editoras de revistas. Conocen desde dentro mundillos muy creativos y competitivos, en los que hombres y mujeres luchan por hacerse un hueco y que son grandes máquinas de producir chascarrillos. Pero ellas optan por reflejar tan sólo la realidad de las féminas porque todas estas notas compartidas conectan muy bien con un público muy determinado y, según todas las encuestas, muy entregado a la lectura.

La editora de Esencia, Esther Escoriza, cree que la buena aceptación del género y su cultivo por parte de escritoras y editoriales se debe a que «las mujeres compartimos muchos más intereses que los hombres». Pero «se sabe que el 10% de los lectores de novela romántica son hombres, así que no tiene por qué ser un género sólo para nosotras», explica. De todas maneras, no le parece mal que exista un apartado literario exclusivo para chicas. «¿Por qué no? No es menospreciar ni encorsetar. Es dedicarse a un sector en concreto».

En esta franja de lectoras, en femenino, «hay mujeres de entre 25 y 45 años, con estudios superiores, que saben idiomas y que antes de que llegue la traducción a veces ya han leído la novela en inglés, que saben lo que quieren y a las que no puedes colarles cualquier cosa. Quieren calidad, evasión y humor. Los finales son siempre felices, porque esos buenos momentos les hacen olvidar lo peor del día», describe la editora. Esencia publica también novela románticas y de hecho Escoriza no hace grandes diferencias. «Cuesta creer que la chick lit es romántica, pero lo es. Hay un chico y una chica, aunque el centro de la historia es esa chica con sus circunstancias. Y con mucho sentido del humor».

Escoriza anuncia un cambio en el género, dedicado en los últimos tiempos a reflejar sobre todo el lado más glamouroso de la vida. «Parece que hay menos marca, menos lujo y dinero, y más acercamiento a la realidad de todo tipo de mujeres». El filón está abierto y en las editoriales andan ya buscando «a nuestra Bridget Jones». De momento ya han encontrado a Rebeca Rus y su Sabrina, una madrileña que se va de tapas y se gasta las perras en las tiendas de la cadena Inditex.