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CRÍTICA DE TV

Fiestas

Hay un género específico de la televisión española que podríamos definir como el Himno del Ombligo. Es un género más o menos vinculado al informativo; se explota en todos los canales por igual, aunque con mayor abundancia en los públicos, y suele desencadenarse cada vez que hay aniversario de alguna fecha institucionalmente relevante, con especial preferencia por el Día de la Constitución (y en las cadenas autonómicas, por cada fiesta jurisdiccional). El género puede sintetizarse en una proposición básica: "Pero qué buenos somos, rediez!". TVE-1 reincidió en el Himno del Ombligo este fin de semana, a propósito del aniversario de la Constitución. Lo hizo con un documental titulado El espíritu de la democracia que resultó tan atractivo en materia de imagen como nulo en materia de contenidos (lo cual también es un rasgo característico del género). Hay en todas estas rememoraciones institucionales varias cosas asombrosas. La primera es su aplastante homogeneidad: todas son iguales, siempre el mismo discurso y la misma historia, como si los historiadores no hubieran podido aportar nada desde 1978 hasta la fecha. Es verdad que, en ese discurso monocorde, hay importantes diferencias de matiz según quién esté en el machito: el aznarismo contaba la historia de una manera y el zapaterismo la está contando con otro estilo, y ahí está el inusitado protagonismo que se concede hoy a Santiago Carrillo. Pero, el relato es el mismo: un país sumido en la más siniestra oscuridad vio súbitamente la luz al aprobarse una Constitución.

JOSÉ JAVIER ESPARZA
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Pues bien: esta básica reserva del sentido común se convierte en anatema cuando de las gentes transitivas se trata. Porque, en efecto, uno escucha los relatos de autoexplicación de nuestra democracia y descubre, perplejo, que nuestros padres de la patria, de 1978 a esta parte, carecen de defectos políticos y morales, nunca han actuado movidos por otra cosa que el sincero altruismo democrático y, más aún, la vida pública española fue pasto de los más siniestros espíritus hasta que llegaron ellos, los únicos políticos de todos los tiempos que han ignorado la palabra interés.

El año que viene igual pasan al 6-D la Inmaculada (laica) Concepción.