LO QUE YO LE DIGA

El cromosoma que no se fue

Usted y yo sabemos que las Españas cuentan con no pocas glorias pasadas y más de un momento vergonzante. No es cuestión de hacer día de fiesta con la sangre y la derrota, como cantaba Serrat, ni de regodearse manteniendo siempre presentes los errores, pero no es malo echar la vista atrás de cuando en cuando y recordar lo que se fue para mejor saber lo que se es. Y nos vamos lejos. En el tiempo, que de la tierra no nos movemos -como tampoco se movieron sus ancestros, puesto que está usted en Cádiz y tiene entre sus manos la prensa provincial-. Un miércoles -es un poner- de fines del siglo XV se levantan los Reyes Católicos y, mientras desayunan en el patio de los leones de la Alhambra y hacen el crucigrama de La Gaceta del Albaycín -una publicación que nunca se ha demostrado que no existiera-, va y le dice Isabel de Castilla a su Fernando de Aragón Me parece que vamos a implementar un programa de evangelización con los moros y los judíos; o se convierten o los echamos de la tierra. Y díjole el aragonés Pues bueno. Un tipo parco, el maño.

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Dicho y hecho. Hoy nos parece una barbaridad, eran otros tiempos. El caso es que ser cristiano viejo era cosa deseada a la sazón. Los que lo eran, lo llevaban muy a gala, por más que su único mérito para ello era ser hijos; los que no lo eran y tragaron con la humillación de la conversión, lo fingían para pertenecer al círculo que trazan los del estos somos nosotros y los de fuera son los demás. Y terminaron por entrar dentro del círculo. Tanto, que si usted pregunta a ese señor con pinta de haber sido monaguillo que desayuna a su lado, dirá que es de estirpe hispana de toda la vida de Dios. Y es probable, pero sólo en un 66%. Un estudio realizado por las universidades de Leicester y la Pompeu Fabra dice que uno de cada tres españoles tiene cromosomas sefardíes o de la morería. Y a lo mejor uno de ellos es Jordi Pujol, que dice que la inmigración es el principal problema de Cataluña. Pero claro, es que él ya es catalán viejo.