Opinion

La crónica de un desastre anunciado

A costa de recurrir al tópico, hoy no me resisto ha formular una reflexión en torno al drama del paro. Esta ciudad nuestra, tan rica en costumbres, arte tradiciones y espíritu, aprendió hace ya mucho a soportar los latigazos en la espalda en que se ha convertido la estadística mensual sobre el desempleo. El panorama es tan patético que ya no nos molesta el aliento podrido del paro, ése que se ha instalado en nuestras calles sin que nadie haya hecho nada por remediarlo. Este Jerez nuestro al que le expropiaron Rumasa y le desmantelaron la industria del vino nunca ha podido sacudirse este asqueroso problema, que es ya tan habitual entre nosotros los que vivimos al sur de Europa que muchas veces ya pasa desapercibido.

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Es cierto que las vacas flacas no sólo pastan aquí, sino en todo el mundo, pero también es verdad, y lo vuelvo a decir a riesgo de resultar repetitivo, que cuando España da su primer estornudo, en Jerez ya tenemos una pulmonía de irnos para el otro barrio. La situación, aunque hay quien no quiere verlo, es francamente delicada, y en los próximos meses se puede convertir en un problema de primer orden.

Jerez, pese a sus penurias, no había soportado jamás un porcentaje de desempleo como el actual. Y el caso es que todavía no hemos tocado suelo. Los primeros meses de 2009 van a ser de verdadera tragedia; tanto que, según algunos expertos, superaremos los 28.000 parados en nuestra bendita tierra. Desde luego, se podría decir, con los 24.400 de ahora, que ya estamos cerca de esa cifra.

Me asaltan terrores de todo tipo al pensar qué va a ser de toda esa gente cuando se les agote el subsidio del desempleo. Recuerdo que en otros tiempos, cuando la cuesta se empinaba mucho, la gente iba sobreviviendo con la ayuda familiar y las chapuzas que se podían hacer. Fueron años, finales de los ochenta y principios de los noventa, de mucha economía sumergida. Pues bien, ahora no hay ni eso.

Los sindicatos, que siguen manteniendo una lamentable y torticera pasividad, han advertido de que vamos camino de un estallido social de consecuencias impredecibles. La ecuación es bien sencilla: la gente tiene que comer, y si no hay dinero habrá que buscarlo. Donde sea. Como sea.

El terreno de juego está impracticable, es cierto, pero es un gran momento para que nuestros gobernantes nos demuestren que sirven para algo. Evidentemente, esto no lo puede arreglar un Ayuntamiento en solitario. Lo que si puede hacer la alcaldesa es intentar no convertir su agenda de actos públicos en un Mira Quien Baila. La situación exige un frente común de las administraciones -todas, no lo olvidemos, gobernadas por el PSOE- y un plan de choque, pero de los de verdad. Dejennos ya de medidas imposibles cuya única función es puramente estética y de cara a la galería. Olvidense de cursos inútiles para tener a la gente entretenida y remánguense de una puñetera vez, que la gente lo necesita y en la calle hace mucho frío. Industria, empleo, salarios, obra pública...Eso es lo que necesita esta ciudad antes de morirse de frío o de hambre. A los cursos y a toda esa parafernalia estéril concebida para tapar bocas y limpiar conciencias, que les den morcillas.