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CRÍTICA DE TV

Baltimore

The Wire se acabó en marzo en EE UU, pero aquí todavía podemos disfrutar de la última temporada (TNT la estrena mañana domingo a las 22.00 horas). The Wire (La escucha), cuya primera temporada también se ha editado en DVD en nuestro país, es uno de esos monumentos televisivos posteriores a Los Soprano, cuyo trono ocupó. También es de HBO. Y es la última gran serie de la cadena de cable. The Wire es policíaca pero distinta. Incluso distinta a 'The Shield', otra grande. Densa y agotadora en el detalle. La ciudad de Baltimore convertida en el gran fresco de la sociedad estadounidense.

ROSA BELMONTE
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Aunque siempre ha habido series extraordinarias (de Canción triste de Hill Street a La joya de la corona), hay que reconocer que Los Soprano supuso un cambio. No sería descabellado datar las producciones con un aLS o un dLS (antes o después de Los Soprano). Es verdad que ha habido una gran evolución en la industria. Tanta mejora en calidad y cantidad que una acaba teniendo una especie de síndrome de Stendhal' con la tele. El dilema Mad Men del que ha escrito Adam Sternbergh en 'The New York Magazine'. Obviamente lo han puesto verde en los comentarios de la edición digital. Dándole la razón, ya que sostenía que otro de los cambios del post sopranismo es Internet, un medio que ha creado comunidades de vehementes fans. La tele se ha convertido en uno de esos temas que no se pueden sacar en la mesa (como antiguamente la política o las mujeres). Se te ocurre decir que no te gusta Perdidos o Dexter y estás lista ( Rosa Montero escribió una columna criticando Dexter por repulsiva y casi la lapidan).

Una echa de menos esa época en que la televisión no era considerada un arte ni un arma arrojadiza, sólo entretenimiento.

Cambian personajes para no entorpecer la narración, inventan tramas o aceleran los acontecimientos. Todo en aras de atrapar al espectador. The Wire (destripando en la quinta temporada el mundo del periodismo) también atrapa, pero por todo lo contrario. Por ser verdad, por ser dura para el espectador. Por ser una joya.

Baltimore era antes la ciudad de John Waters y de sus películas.