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Dolors, alias La Pepa

El miércoles, ni Dios -es un decir, teniendo en cuenta que estábamos en el Oratorio de San Felipe- pudo pronunciar bien su nombre. Aunque a ella no se le ocurrió echarles la bronca, como hizo Carod Rovira, que sufre terriblemente cada vez que alguien le llama José Luis.

MABEL CABALLERO
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María Dolors Calvet es una mujer sin complejos. Fue miembro (aguántenme ahí esa vocal) del Congreso en la legislatura más corta de nuestra [aún más corta] democracia. Fue elegida la número 7 por la lista de Barcelona que presentó el Partido Comunista en Cataluña (PSUC), cuando tenía solo 27 años. Por aquel entonces era periodista, corresponsal, entre otros, de La Vanguardia, Avui y El Noticiero y aún continúa colaborando con varios diarios como columnista.

Y hace dos días vino a Cádiz, junto a otras nueve compañeras del Congreso y el Senado en aquella legislatura de 1977-1979 para recibir un homenaje. «Os habéis pasado un poco», dijo con un reconocible acento catalán. Dolors vivió los últimos años de la dictadura en el anonimato, empleando un alias, que curiosamente era el de Pepa. Aún hoy, en algunos pueblos de Cataluña, la reconocen por ese nombre. «Me lo puse por la Constitución de Cádiz, a pesar de que entonces no la había leído», reconoció la política. Fue a conciencia, no por coincidencia. Y fue en honor a un grupo de hombres que reclamaron la democracia con su vida.

Esos mismos hombres, entre 1810 y 1812, pelearon por la llegada de la libertad y por conceder a todos los españoles el estatus de ciudadanos. A los españoles, no a las españolas. Las mujeres, a principios del siglo XIX, ni siquiera podían acudir a los debates. De hecho, llegó a discutirse si se les permitía acceder a las balaustradas para escuchar las discusiones. Solo tres votaron a favor de dejarlas entrar y era por una noble causa: impedir que tuvieran que vestirse de hombres para pasar desaparecibidas entre el público masculino. O sea que los únicos tres legisladores que defendían a las mujeres eran tres detractores del travestismo. Cuánto sarcasmo.