![](/cadiz/prensa/noticias/200812/06/fotos/065D5CA-CUL-P1_1.jpg)
All that Glazz
La coincidencia, en el mismo espacio de esta bahía, de una pintoresca serie de virtuosos en músicas fronterizas, propicia frecuentes amalgamas, como ocurre con la Fundación de Raperos Atípicos de Cádiz (FRAC), Kool, Black Rock Music, Homeless o Noise bajo el sello que pone en marcha El Bujío.
Actualizado: GuardarUno de sus últimos frutos es el grupo Glazz -desistan de encontrar una explicación a dicha denominación de origen que bien podría ser una palabra mestiza de glamour y de jazz-: un hermoso frankestein rítmico donde un levísimo jazz coquetea con el funk, el rock, el blues, la sicodelia, la llamada worldmusic o el flamenco. Lo curioso es que su nombre coincide con el de un restaurante en Cancún y el de un grupo melódico - «de pop punk» se definen¯que ha grabado ya algunos temas en Perú. Claro que no parece probable que el litigio por su marca llegue a los tribunales.
La formación gaditana parte de la percusión de Javi Ruibal, las guitarras de José Recacha -un devoto de Eric Clapton y de Yes- y el bajo de Dani Escortell y dio sus primeros pasos hace meses durante un concierto celebrado en El Bosque con motivo del 30 Aniversario de la declaración de la Biosfera del Parque Natural de Grazalema, aunque en aquella ocasión contasen con el bajista brasileño Munir Hossn.
Quienes les han visto en Alcalá La Real durante el festival de Etnosur, este verano en El Rompido con Merche Corisco, o en su última actuación en El Puerto -a donde volverán el próximo 28 de diciembre a La Rue-, aseguran que son hijos de sus raíces. En el hijo de Javier Ruibal no sólo se nota lo que ha mamado en casa, sino sus actuales viajes en solitario hacia otras músicas, con una más que sólida batería.
Y en sus dos compañeros de aventuras, late el aliento del rock progresivo en el que han militado, pero también gustos diversos como el blues o Tom Waits. Atención a los solos guitarreros de José Recacha, en el primer disco de estos portuenses, titulado Let´s Glazz. Como dice Enrique Alcina, «ya suenan hasta en una radio de Filadelfia, merced al eco infinito de myspace» (www. myspace.com/glazz). O como asegura el pianista Iñaki Salvador, un disco «fresco, sorprendente, divertido, irónico, intenso, de calidad, cálido, abierto, cléctico, transgresor, fiel a la tradición pero también provocador, sincero, honrado, maduro y evocador». De hecho, no se resisten a fusionar el punk con las bulerías, en Punklerías, un sonido hermosamente básico en tiempos complejos.
A este disco conceptual, grabado, mezclado y masterizado en Estudios Lo Suyo, incorporan sonidos ambientales, desde el mar y las gaviotas al sonido del tráfico, en una especie de cantata sin palabras que invita a un nuevo beatus ille, en donde la descansada vida del campo se sustituye por la playa frente a la hostilidad urbana.
A pesar de tratarse de un disco instrumental, puede percibirse un claro discurso literario poco habitual en la música española. Tampoco falta como aliño imprescindible el sentido del humor, patente incluso en uno de los títulos, la Égloga del bajo maldito.
Es una obra llena de cómplices, desde el trompetista cubano Carlos Sarduy, que suele tocar con Ojos de Brujo; al bailaor Raúl Ortega y el cantaor paisano Selu. Empieza a acumulársele el trabajo -acaban de ponerle banda sonora a la serie El chef del mar-, pero ellos no tienen prisa. Es más, huyen de los atascos y del estrés en estéreo.
Sólo quisieran que no se les rompiera el ritmo y que les aguardase, como en el título de su último tema, la vuelta a casa. ¿Dónde está su hogar? En la frontera, naturalmente.