Fisura

i afirmar que la defensa amarilla es un coladero es una injusta exageración, reconocer que la muralla de retaguardia padece algunas grietas es, simplemente, asumir la cruda realidad que refleja el casillero de goles encajados. Tras finalizar el encuentro frente al Marbella, Enrique explicó -sin justificarlo- el empate señalando «que el entrenador del equipo contrario había estudiado las características del nuestro, había descubierto nuestras debilidades y había sabido aprovecharse de ellas». Sospecho que, aunque él no aludiera a ninguna línea concreta, se estaría refiriendo a la defensa y, en particular, a los dos centrales. Ignoro si estas deficiencias de las que adolece el equipo son personales o estratégicas, pero, de igual manera que los espectadores que me rodeaban, estoy convencido de que Javi Gracia habrá tomado buena nota, elaborará un diagnóstico acertado y aplicará su eficaz terapia. La semana pasada Oli avisaba de las sensibles diferencias que separan los partidos del comienzo de una temporada y los que se disputan al final, y, sobre todo, de la gravedad de los fallos que se cometan en la liguilla de ascenso: un simple despiste puede, efectivamente, dar al traste con el liderato mantenido durante toda una liga. Extraer conclusiones de este choque resulta prematuro, pero convendría no pasar por alto algunos síntomas preocupantes y no confiar exclusivamente en la facilidad goleadora de Toedtli. Estamos convencidos de que, a pesar de estos tres goles encajados, en la defensa no se ha producido una fractura pero es posible que sí exista una fisura, una leve raja o una ranura superficial que, si no se trata rápidamente, puede degenerar en una grieta por la que se escape gran parte del caudal de los puntos acumulados. El partido frente al Polid Ejido, nuestro perseguidor, puede devolver esa seguridad defensiva imprescindible y, como consecuencia, la confianza depositada desde el inicio de Liga.