PAN Y CIRCO

Ninguneados

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ebe ser que pesa mucho y cuesta demasiado trabajo retenerlo. O puede suceder que el prestigioso metal con el que está hecho no se adhiera lo suficiente a la goma de sus guantes. Me gustaría pensar que esas son las causas por las que de nuevo un guardameta se queda sin alcanzar el prestigioso Balón de Oro. Iker Casillas, san Iker, el que se ha convertido en el salvador del Real Madrid en numerosas ocasiones, se ha vuelto a quedar con la miel en los labios. Su nombre, como el de otros muchos, viene sonando para este premio desde hace ya varios años. Pero la discriminada posición que ocupa en el campo le impide poder conseguirlo. Ése es el destino del portero. De héroe a villano en tan sólo una jugada. De hacer un paradón y salvar los muebles del equipo a comerse la más fácil, hacer una salida desacertada y condenar a los suyos. Y lo peor es que eso último es lo que queda en el recuerdo. Cincuenta y tres son los años que cumple este galardón de la revista France Football y en todo ese tiempo sólo un valiente cancerbero ha tenido la suerte de palparlo, de atraparlo en sus redes. Fue en 1963 cuando La araña negra, Lev Yashin, retuvo el premio de manera más que justa cuando está considerado como el mejor de la historia en su puesto. Parece que poco o nada pueden hacer los menospreciados guardametas para llegar al Balón de Oro. Cristiano Ronaldo es un gran jugador, nadie lo duda, pero hay que recordar que también comete sus fallos. Como el penalti que erró en la pasada final de la Champions. Éso no se le perdonaría a un portero. Sus actuaciones son analizadas con lupa y no se miden con el mismo rasero. Mucho tiene que cambiar el fútbol porque mientras que sea injusto resultará imposible que un guardameta detenga el Balón de Oro.

amendoza@lavozdigital.es