Y todo a media luz
El ministro Sebastián, que adquirió una inmarchitable fama de chivato en una sola jornada televisiva, ha condicionado la subida de la tarifa eléctrica a la próxima revisión trimestral. La subida dependerá de que haya un acuerdo para la eliminación del «déficit tarifario». Lo habrá sin duda, aunque las partes salgan tarifando.
Actualizado:Siempre que se reúne hay que echarse a temblar y ahora, después de tanto tiempo sin tener una sola idea luminosa, se congregan para subir la luz.
El Gobierno asegura que cualquier decisión que se adopte será «soportable» para las economías domésticas, pero hay que preguntarse si quienes decretan los precios tienen una idea clara de cómo son esas economías. Se indignaba Jean Paul Sartre cuando oía decir de un escritor que se había inclinado sobre el pueblo para conocer sus costumbres. ¿Dónde estaba, para tener que inclinarse? Los que viven rodeados de escoltas con tortícolis y se sientan en sillones de ignominioso cuero «fregados y pulidos por la saliva aduladora», desconocen que una pequeña subida del precio de la luz tiene, para mucha gente, el tamaño de las catástrofes.
Nuestros últimos jefes de Gobierno, desde que pudimos votarlos, no procedían precisamente de la aristocracia, sino más bien de eso que llamamos clase media. Su desconexión con el pueblo se produce, según cálculos aproximados, a los seis meses de pisar la Moncloa, semana más, semana menos. No importa cómo sea la ideología que les llevó al poder: ya no tienen la menor idea de cómo vive la gente.
Ahora que se venden la mitad de los coches que hace quince años y el español medio también está perdido por la mitad, en muchas casas españolas se van a quedar a media luz. Quiero decir que se van a vigilar las bombillas que se queden encendidas. El último que salga de la habitación, aunque no tenga otro trabajo, tendrá la obligación de apagarlas.