Reirse de los chinos
Nos reíamos mucho de los chinos porque han inventado un régimen mixto de comunismo capitalista o de capitalismo comunista. Les mirábamos con superioridad y nos parecían el colmo de la extravagancia. Y de pronto se nos cae encima esta crisis que nos ha llevado a lo mismo pero de otra manera. Nos ha llevado al intervencionismo de los Estados en la economía que llamábamos de libre mercado, al proteccionismo de la empresa, a la beatificación de las pymes, a la declaración de la Banca como monumento histórico artístico y del sistema financiero como patrimonio de la Humanidad. ¿Quién nos iba a decir que el famoso y pomposo y ceremonioso fin de la Historia cacareado por Fukuyama iba a tener este epílogo de la cumbre de Washington, que no ha supuesto ni la muerte ni la refundación del capitalismo sino el reconocimiento tácito de que éste no se basta por sí mismo o de que nosotros no nos bastamos con él? No es que uno esté pensando a estas alturas en abrazar el marxismo en el que nunca creyó de veras, sino que simplemente se alegra de no haber mordido con la edad y con el conservatismo que dicen que ésta conlleva el cebo de la tentación liberal. No es que uno se vaya a poner a proclamar en esta modestita columna la dictadura del proletariado y a ratificar como realmente insuperables las constradicciones del sistema capitalista. No son insuperables pero parece, da la ligera impresión de que necesitan del Estado para superarse. Parece, sí, que el capitalismo tiene dentro de sus entrañas, sin necesidad de antihistamínicos ni antiespasmódicos estatales, la capacidad de autorregularse a sí mismo, pero a costa de una hecatombe social y de llevarse por delante los empleos, los ahorros, las pensiones, el bienestar de millones de seres.
Actualizado:Parece que lo que no ha muerto es la socialdemocracia. Lo que pasa es que ahora nos estamos encontrando con una versión paradójica y sorprendente de ella. Ahora son los banqueros y los patronos los que piden a los gobiernos y Estados occidentales las ayudas sociales que veían mal para las clases desfavorecidas, para sus endeudados y asalariados. Ahora nos hallamos ante una socialdemocracia improvisada no para los pobres sino para los ricos. Ahora nos encontramos no ya con unas multinacionales y unos bancos intervenidos por los Estados sino mangoneados por los propios partidos. Ahí están los ejemplos de la entrega de Repsol a Lukoil provocada por el PSOE o de la fusión fallida de la BBK con la Kutxa auspiciada por el PNV. Nos encontramos, en efecto, con una versión original e inédita de la mixtura política y económica que no asumimos a diferencia del Gobierno de Pekín. Sigamos riéndonos de los chinos.