Empieza el circo
Total, que Terelu Campos, para acabar con el hambre en el mundo, se viste de cabaretera y hace piruetas sobre el escenario. «Bastaría con empanarla», dice mi amigo, que se encabrona mucho con dos cervezas encima. El público tiene que votar entre la Folclórica Promiscua (que donará el premio a la Fundación de Lucha contra el Colon Irritable) o el Torero Payaso (representante de la Asociación de Albañiles con Hemorroides Agresivas). Un artista que vive en Miami coge el micro y habla un rato sobre la solidaridad internacional, el sufrimiento de los niños soldados de Sierra Leona, la guerra civil en Somalia, lo lacios que están los boquerones congelados del Mercadona y la acuciante problemática de la piratería en internet. Luego canta algo así como «morena, morena, mueve tu cintura, ay qué locura, qué locura tan dura, morena, dame tu dulzura, mulata, pero no me des la lata». Hace una reverencia y nos pide a todos que cambiemos el mundo. «Podría empezar por cambiarse de camisa», dice mi amigo. «Parece un feriante».
Actualizado: GuardarNuevo pase de famosetes bailones. Le toca el turno a Futbolista Patoso y a Ex Novia Tetona. El jurado delibera. Entre los doce juntan tres cuartos de neurona, así que tardan un rato. «Como se trata de un concurso benéfico, hemos decidido que compartan el premio», anuncia un tipo que una vez salió en la tele y se quedó. Futbolista Patoso, todavía jadeante, quiere hablar. La audiencia contiene la respiración. Su discurso, bien armado, nos ilumina. Dice algo así como: «No queremos el hambre. El hambre, durante mucho tiempo ahí, en el cuerpo, es mala. Luchemos contra el hambre. Ningún pan sin niño... Digo, ningún niño sin pan». Miro a mi amigo, que ha empezado a comerse un cojín del sofá. De escay del duro. Ex Novia Tetuda aplaude a rabiar y toma la palabra. Para demostrar que su compromiso con la causa es férreo piensa tatuarse África en un pecho. Madagascar le quedará, más o menos, a la altura del pezón. Y aún tendrá sitio para Asia, Oceanía y Siberia entera, con sus tártaros, sus focas forradas de piel de foca y sus osos polares.
A estas alturas del maratón televisivo, los españolitos han apadrinado a seiscientos millones de huérfanos senegaleses. «Si no los hay, nos cargamos a sus padres», comenta mi amigo, que hace el pino desnudo para no golpear la tele.
«Gracias por ayudarnos a conseguir nuestro objetivo», cierra la presentadora.
«Claro -sentencia mi colega-. Hemos vuelto a demostrar que sabemos dar lo que nos sobra y, de paso, montar un puto circo».