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Cuatro de los 'padres' de la Constitución. De izquierda a derecha: Miguel Herrero de Miñón, Gabriel Cisneros, Jordi Solé Tura y Miquel Roca. / Archivo.
30 ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCIÓN

«Ningún Gobierno ha aplicado la Constitución en su totalidad»

Miquel Roca i Junyent representaba a la minoría vasco-catalana en la elaboración de la Constitución. “Te impresionaba la tarea porque desbordaba tu ilusión. Fue un trabajo que aprendí haciéndolo”, recuerda

JUAN JIMÉNEZ |
MADRIDActualizado:

Miquel Roca i Junyent representaba a la minoría vasco-catalana, y 48 horas antes de su designación ni se imaginaba que iba a ser uno de los artífices de la Constitución. Hoy, treinta años después, todavía recuerda aquella sensación de saber que “te sientas con un grupo de personas para elaborar un texto fundamental para la estructuración democrática de España y que no sabias cómo lo ibas a hacer”. Y en un arranque de sinceridad confiesa: “Te impresionaba la tarea porque desbordaba tu ilusión. Fue un trabajo que aprendí haciéndolo”.

Siempre se suele decir que lo más difícil de consensuar fue la estructuración autonómica del Estado. “Yo no lo creo”, asegura desde la sede de su despacho en Madrid. Roca considera que fue mucho más arduo “todo lo referente a la libertad de educación, e incluso a la libertad de mercado”. Al título octavo, cuenta, el relativo a las autonomías, como se sabia que era tan conflictivo, se llegó con mucha prudencia y no generó tantas tensiones como era de esperar. “Lo dejamos par el final, cuando ya habíamos establecido cierta relación de confianza que nos permitió trabajar más cómodamente”.

Todos sabían que había que aportar mucha capacidad de transacción. “Si cada uno de nosotros nos hubiéramos concentrados en sacar adelante nuestra Constitución no hubiéramos hecho la Constitucion de todos”. Ahora bien, no todo lo que se hecha Roca sobre los hombros son flores y reconoce que la la configuración del Senado fue un error, consecuencia de la inexperiencia de todos y e la precipitación.

En cuanto a la reforma del texto, “no soy partidario, salvo que se hiciera con el mismo consenso que se logró en 1978”, en cuyo caso, la más acuciante sería la revisión de la Cámara Alta.

La experiencia le lleva a decir que es más difícil aprender a vivir en libertad que ganar la libertad. Y añade, parte de la grandeza de aquel trabajo es que lo hicimos tan bien que parte de la juventud lo considera como un hecho ordinario. Aunque lanza un último mensaje: “La normalidad democrática no da al consenso la urgencia que tiene en momentos excepcionales., pero nunca debería desaparecer una mínima base de consenso y de sentido de Estado”.