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SENTIMIENTO. La soprano Ainhoa Arteta, pensativa durante un momento de la entrevista. / LUSA
AINHOA ARTETA SOPRANO

«Lloro cantando 'Ne me quitte pas'»

La cantante guipuzcoana, que ha lanzado un disco con temas que van del bolero al jazz, cree que la crisis puede hacer una criba beneficiosa para el mundo de la lírica

CÉSAR COCA
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Ainhoa Arteta ha cambiado por unos días a Puccini, Verdi y Strauss por Silvio Rodríguez, Elvis Presley, Paul McCartney y Jacques Brel. La soprano guipuzcoana, que hace sólo unas semanas interpretaba junto a la Sinfónica de Euskadi las Cuatro últimas canciones de Strauss, unas piezas bellísimas y de gran dificultad, acaba de publicar La vida, un CD con las canciones que han sido la banda sonora de dos generaciones: la suya y la de sus padres. En el mejor momento de su carrera a juicio de los críticos, conocida ya en los grandes escenarios de todo el mundo, Arteta hace un ejercicio de estilo y emotividad en un disco intimista en el que canta en cinco idiomas. De sus emociones y su carrera habla en esta entrevista.

-Una cantante de ópera que lanza un disco con canciones que van del bolero al jazz. ¿Es el aire de los tiempos, la música que vende porque toda la ópera está ya grabada y es difícil sorprender al aficionado?

-Tiene que ver con el mercado, por supuesto. Este proyecto surgió hace cinco años pero yo no lo veía claro. No veía el momento ni cómo hacerlo. Hoy, las discográficas te graban clásico si perciben que el producto está respaldado por algo popular que abra el mercado. Eso es algo que a mí me parecía peligroso porque pueden encasillarte en lo que no eres. Pero ahora que ya he demostrado lo que soy, creo que era el momento.

-A diferencia de otros cantantes líricos, que tienden a convertir en arias de ópera cualquier tema, da la impresión de que usted ha tratado de cantar como en el pop.

-Sí, y es probable que sea una apuesta arriesgada. Lo digo porque mi público habitual puede que no me reconozca cuando escuche el disco. Y quienes no me conocían, escuchen el disco y luego vayan a verme a un teatro, no me identificarán allí con la del álbum. He intentado acercarme al estilo de quienes han cantado originalmente esas canciones, y me he ido soltando a medida que las grababa. Es curioso, pero las primeras que grabé fueron La vida y los boleros, y ahí se nota más mi vena lírica. -Suele decir que cuando aborda un papel nuevo en la ópera se lo estudia repasando literatura, historia, películas... ¿Cómo se prepara un disco con canciones como éstas?

-Muchas forman parte de nuestra generación, las llevamos en nuestro ADN. Son canciones como Michelle o Tears from heaven. Otras estaban en el de nuestros padres. Todas tienen una historia, a veces muy profunda. Yo las conocía, y para preparar el disco he ido buscando información sobre cómo se crearon, en qué momento, qué sucedió a sus autores.

-¿Ha visto el vídeo de Jacques Brel cantando Ne me quitte pas, que tanta carga autobiográfica tenía, al borde mismo del llanto?

-No. Para preparar esa canción, escuché la versión que hace Paloma Berganza y la de Edith Piaf. Pero no me extraña nada que Brel llore. Yo también estoy llorando al final de la canción, aunque no se note en el disco. Cuando hicimos unos vídeos de promoción, con tres o cuatro canciones, se grabaron varias veces cada una. Pero en Ne me quitte pas yo dije que sólo podía cantarla una vez. Es que si te metes de verdad en la historia, en el sentimiento, una vez que terminas esa canción no puedes cantar nada en un buen rato. Por eso hay que dejarla siempre para el final.

-Dedica el álbum a la memoria de su madre. ¿En esa emoción del disco está también su recuerdo, aflora aquí la emoción en mayor medida que cuando canta ópera?

-Por supuesto. En muchas óperas tienes que interpretar un papel y cantar una historia que no te toca de cerca. En cambio, aquí son las canciones que en muchos casos cantaba mi madre. Nadie te quiere más que una madre, y cuando se va lloras de dolor, pero también por muchas emociones, por muchos recuerdos felices...

Emoción y técnica

-¿Y en escena? ¿Afloran los sentimientos de la misma forma?

-Hay que tener cuidado con eso, porque siempre es preciso un equilibrio entre emoción y técnica. Si te dejas llevar más por la técnica, el resultado puede ser muy frío; pero si prima la emoción, puede quedar también muy imperfecto desde el punto de vista artístico. -¿Hay más teatro en la ópera de hoy que hace unos años?

-Ahora te exigen casi que seas una atleta, unas locuras a veces excesivas. Creo que hay que frenar un poco esa tendencia porque hay cosas que no se pueden hacer si quieres cantar como es debido. El compromiso que se exige hoy en escena es muy grande.

-García Márquez ha escrito que quien no canta no sabe la felicidad que es cantar. ¿También para los profesionales cantar proporciona siempre felicidad?

-No, hay veces que no es así. Para un profesional no hay nada peor que subirte a un escenario sabiendo que no tienes resueltos perfectamente todos los problemas técnicos. Y cuando eso sucede te preguntas por qué cantas. Porque si tienes una preocupación técnica, no eres capaz de trasladar la emoción. Por eso es tan complicado cantar bien y de ahí la obligación de estar muy preparado. Algo que es incompatible con la edad: de joven, en ocasiones se tiene la tentación de suplir las carencias técnicas con un exceso de esfuerzo por parte del instrumento, que es tu voz. Si dejas que eso pase muchas veces, terminarás pagando un peaje. Está sucediendo con artistas jóvenes que se han lanzado al estrellato muy pronto y que pasados unos años están desaparecidos.

-Hablando de estrellato, ¿afectará la crisis económica a las producciones operísticas?

-Las producciones enormes y algunos nombres que piden cachés elevadísimos lo van a pasar mal. Se va a pedir calidad a mejor precio. Las crisis tienen algo bueno: que criban lo que hay y al final gana la calidad.

-Así que bajarán los cachés...

-Sería absurdo que no lo hicieran, con lo que está pa0sando. Hay que buscar calidad y solidaridad. Entre cantar y hacer espectáculos a precio asequible o no hacerlo... no hay duda. Pero eso requiere de la inteligencia de todos: los empresarios y los artistas.